Cuando a Zapatero le tiraron de las orejas por su alegre e irresponsable gastar, supimos que Europa existe. También cuando se ordenó rescatar a los bancos porque España era un bocado muy grande como para rescatarlo como país. Quien crea que aquí eran aplicables soluciones a la islandesa, la griega o la portuguesa, o no quiere informarse, o es muy iluso. La UE existe, nos rige desde hace tiempo, y Europa es la jungla. Es una jungla donde, como en El libro de la selva, las especies se llevan más o menos bien bajo la mirada indiscutida del jefe, pero en cualquier momento, si el peligro aparece bajo la forma del Shere Khan de la competencia comercial china, del cierre del paraguas defensivo yanqui, o de las oleadas incontroladas de ilegales, la jungla puede volver a ser un espacio inhóspito de individualidades donde cada especie volverá a marcar su territorio con pipí o guardias con casco y antibalas en el punto y raya de las fronteras. Y eso ya está ocurriendo por políticas buenistas y demagógicas de políticos que han olvidado que el primordial objetivo de Europa no es ser como aquel conseguidor de la antigua tele ni el hada madrina del tercer mundo ni el Rómulo Augústulo que pague su tranquilidad untando a dictadorzuelos periféricos. A la antigua Roma también dejó de funcionarle. La nueva Europa debiera volver a ser un espacio de estabilidad y bienestar para los propios europeos, a los que hay que volver a convocar en una idea clara, definida y aglutinante como antaño. De no ser así, seguirá habiendo movimientos centrífugos por esa ceguera de creer que cualquier estupidez descabellada es posible sin pagar la factura. O Europa se toma en serio a sí misma y apuesta por defender sus valores que proporcionaron al mundo una nueva idea del ser humano y sus circunstancias, o sus logros se convertirán en lo que ya han empezado a convertirse: buenismos basados en el «qué dirán» pagados con nuestro bolsillo. El domingo me importan menos quiénes vayan a gobernar pueblos o ciudades, cuyas limitaciones e intenciones ya conocemos, que lo que nos jugamos con ese colchón, paraguas y fuente de nuestra seguridad que se llama Europa.

* Escritor

@ADiazVillasenor