La semana pasada se habló de la dificultad para celebrar el 50 aniversario del concierto de Woodstock, y me vino a la memoria que aquel mes de agosto de 1969 pasé veinte días, junto a tres compañeros de Cabra, en un campamento de la OJE, en el enclave natural de Los Palancares en Cuenca. Tengo buenos recuerdos de aquella experiencia, en particular del viaje que realizamos desde Córdoba, en tren, y solos a pesar de nuestra corta edad. Mientras que jóvenes de todo el mundo se congregaban para un gran concierto que marcó a una generación, los quinceañeros que éramos nosotros nos reuníamos bajo el lema de «Gibraltar español», dado que unos meses antes se había cerrado la verja con la colonia británica y predominaba la consigna política de reivindicación de un territorio que, según decían, había sido robado a España, y nos enseñaron una canción patriótica que finalizaba así: «¡Adelante, por España! Que si en Rusia ya triunfó mi División, no es bastante nuestra hazaña si es inglesa la bandera del Peñón». Formamos una escuadra con otros dos cordobeses y como debíamos tener el nombre de una realización del régimen en nuestra provincia, se nos ocurrió «Pantano de Iznájar», inaugurado dos meses antes por el propio Franco. Además del deporte, excursiones y cine, no faltaba el adoctrinamiento político, que sin embargo no tuvo demasiado éxito con algunos de nosotros, en particular en uno de mis amigos y en mí, pues los dos nos distanciamos pronto de la ideología de aquella organización juvenil vinculada a Falange.

Ambos mantenemos a día de hoy la relación de amistad, y hace unos días ocurrió algo curioso. Me regalaron un lote de publicaciones, sobre todo de revistas, junto con algunos libros. Los fui repasando uno por uno, hasta que al llegar al titulado Proudhon, de Carlos Díaz, y editado por Zero en 1973, me encontré con la firma del propietario en la primera página. Era de mi amigo de la infancia, nuestros padres eran vecinos, compartimos en las mismas aulas los años de bachillerato, con él estuve en el campamento del que hablaba antes, juntos estuvimos a la hora del despertar juvenil en la discrepancia y la lucha contra la dictadura (como anécdota puedo contar que las primeras pegatinas con la bandera de Andalucía que aparecieron en distintos lugares de nuestro pueblo las trajo él y junto a otro amigo las colocábamos en nuestros paseos nocturnos), justo en esos años debió ser cuando prestó el libro que ahora ha llegado a mis manos, y lo hizo a uno de los viejos militantes de izquierdas que empezamos a descubrir entonces, unos anarquistas y otros comunistas, y con los cuales trabamos amistad. Como no vive en Cabra, ya le he dicho que puede recuperar su libro cuando venga por aquí, y me ha propuesto el cambio por una cerveza, que por supuesto he aceptado.

Escribió Borges en una de las piezas que forman parte de Los conjurados («Alguien sueña») que cuando el Tiempo soñó qué era el ápice, entre otras cosas estaba el libro, «ese espejo que siempre nos revela otra cara». Cuando vuelva a manos de mi amigo se habrá cerrado un círculo, al menos por ahora, en la historia de ese libro. En algunas de sus páginas hay frases subrayadas, unas en azul, otras en rojo. Si las hizo él, podrá identificarse con el joven que era entonces y quizás reflexionar acerca de si ahora mantiene las mismas coincidencias o discrepancias con lo que se escribe sobre Proudhon. El autor del estudio destaca que la aportación de ese autor sobre el federalismo, de 1863, «es muy actual», dicho esto en 1973, y quizás habría que ampliar esa actualidad hasta hoy, al menos si atendemos a esta frase del teórico francés: «Quien dice libertad, dice federación o no dice nada; quien dice socialismo, dice federación o no dice nada; quien dice república, dice federación o no dice nada».

* Historiador