Todos los años las teles españolas, al ofrecer imágenes de carnavales extranjeros, siempre exhiben a señoritas contoneando las caderas en Rio de Janeiro. Nunca se asoman al carnaval de Alemania, que tiene su expresión más famosa en Colonia, Düsseldorf y Maguncia. Un carnaval muy singular por muchas razones. La primera es la sorpresa ante el «desmadre» de mujeres y hombres habitualmente serios. Incluso superan a los andaluces más graciosos. Las mujeres te abordan en la calle y aparte de un cariñoso abrazo te cortan la corbata. Un acto simbólico de cortar otras partes importantes del cuerpo masculino. Ese día ellas gobiernan la ciudad a su antojo. La segunda razón son los espectáculos carnavalescos en locales enormes atiborrados de personas ordenadamente sentadas en mesas alargadas, todas con su disfraz. Políticos, directivos de empresas, personas mayores, jóvenes, etc. En un escenario está el personaje principal del carnaval, «El Príncipe». Durante horas los caricatos exhiben el ingenio, la sátira y la burla sin que se libren los políticos más importantes incluida la señora Merkel. De mamá cochina amamantando a España, Portugal y Grecia iba un año durante una de las cabalgatas del Rosenmontag, lunes de carnaval. Son cientos de carrozas con sátiras y burlas sobre motivos diversos. Este año fue gran protagonista Trump. Como en los ninots de las fallas, en una gran carroza de la cabalgata de Dusseldorf, aparecía sodomizando a la estatua de la libertad. En otra, la estatua de la libertad exhibía su cabeza recién cortada. Lo vi en directo retransmitido por la televisión pública.

* Periodista