Una de las reglas principales de la vida es ser consecuente. Cuando la gente no es consecuente se convierte en gentuza. Pero sobre todo las leyes tienen que ser consecuentes y si no lo son, pues son leyntuza. La leyntuza no se mueve por patrones de justicia y equidad, sino que actúa en fraude de ley; esto es, utilizar los preceptos jurídicos para otra finalidad de la que se vende. Cuando una ley es leyntuza la gente debería tener derecho a no cumplirla; el contribuyente consecuente no debería pagar las multas por no llevar puesto el cinturón de seguridad en ciudad mientras circula con el coche por ser este un impuesto con clarísimo ánimo recaudatorio pero camuflado de dignidad en una ley que presume tener naturaleza didáctica. Yo no me explico las multas a los conductores de vehículos por no llevar en ciudad puesto el cinturón de seguridad cuando a las motos que también rulan por la misma vía y a la misma velocidad e incluso en autovías (pero con el cuerpo a pleno vacío no solo legal sino de protección de infraestructura del aparato) les resulta imposible colocarse un cinturón de seguridad y no pasa nada. Por tanto, si estas multas no son consecuentes no deberían estar vigentes. Lo que pasa es que en el ámbito jurídico una cosa es el «ser» y otra el «deber ser». Se supone que la ley responde al deber ser y la gente al ser. Y que por tanto todo el esfuerzo público es que el deber ser logre ser lo cotidiano. Pero lo que pasa también es que en este caso se invierten los términos porque la ley adopta la posición del ser y no la que le corresponde, o sea, la del deber ser. Que ponerse el cinturón de seguridad sea por el bien del conductor es una evidencia. Pero no se debería multar a un conductor de coche por no llevar el cinturón cuando eso mismo no se exige a millones de motoristas. Concluyo que esta permisividad de conducir una máquina de dos ruedas, no solo de movilidad sino de muerte, sin el correspondiente cinturón de seguridad es por el interés económico de la industria de la motocicleta, que por eso las motos se pasan por las ruedas unos filtros de seguridad ineludibles en los coches. Vamos, que, si se quiere ser consecuente, lo lógico sería que las casas de motos se hicieran cargo de las multas por conducir coches sin cinturón de seguridad. Suena hasta cómico, pero es que a veces lo consecuente es gracioso. Aunque lo más fácil sería que se volviera a como antes, que era más consecuente, y que no se multara por conducir el coche sin cinturón en ciudad. Pero no será así y esto demuestra que a veces el paso del tiempo no significa una avance, sino una emboscada. Y no se extrañen que al final a los coches se le exija casco...

* Abogado