Todo en la vida crece y decrece, va y viene, sube y baja, oscila y está al socaire del vaivén del tiempo, en base a la ley del péndulo. De lo que no estoy tan segura es de que en algún momento se consiga reequilibrar el universo natural de las cosas o encontrar y detenernos en el punto medio. La ley del movimiento pendular de la física descubierto por Galileo Galilei en la Catedral de Pisa mientras miraba la oscilación de un candelabro de aceite y comprobaba que tardaba lo mismo de un extremo al centro que del otro de nuevo al centro, es tan evidente y presente en casi todos los ordenes de la vida, en la política, en los acontecimientos de la historia y hasta en la psicología humana que produce, al menos a mi, cierta congoja y hasta preocupación.

Pasamos de la risa al llanto, del amor al odio, de la felicidad a la amargura, del blanco al negro; pasamos de mujeres que no tenían la guarda y custodia de sus hijos a que solo ellas la tuvieran, para suprimir luego tal ventaja materna, producto sin duda de haber pasado de un extremo a otro, y aterrizar de nuevo --en vez de detenernos en la guarda que lo sea para quien acredite estar en mejores circunstancias y habilidades para ejercerla en beneficio del menor-- a primar de nuevo al contrario; y qué me dicen del sexo, pasamos de la conciencia generalizada de que la mujer debía llegar virgen al matrimonio y teníamos menos bagaje sexual que un caracol, a la conciencia contraria y, además, parece que ahora se exige que las relaciones sexuales se mantengan cada vez a edades más tempranas, cuantas más mejor y de la más variada índole para adquirir una plena conciencia del sexo ¿propio?, alentado todo por esa ventana indiscreta que es el mundo cibernético tan fascinante como perverso. Pasamos de ser en extremo discretos a publicarlo todo, de fumar hasta en la consulta del médico a no poder fumar ni en el fútbol, del matrimonio eterno al divorcio exprés, de no tener teléfono móvil a que el iPhone duerma contigo, de no pagar impuestos a que trabajes solo para pagarlos.

El centro del péndulo debe estar en algún sitio, digo yo, así que sin acudir fuera les pregunto... ¿Estará dentro de nosotros mismos y será ahí donde debemos descubrir y experimentar en forma directa la verdad?

* Abogada