Es un prestigioso jurista y un escritor de anchos horizontes, de los que lo mismo se atreven con la ficción y el ensayo que con la lírica y en todo logran notables resultados. Y como aún le sobran pasión y energía para más, también pinta y caza cuando puede. Verdaderamente, Francisco de Paula Sánchez Zamorano hace alquimia con el tiempo. Tras una dilatada y constante actividad literaria -bajo su manto circunspecto el presidente de la Audiencia Provincial de Córdoba esconde a un letraherido tan intenso como soñador--, Sánchez Zamorano había anunciado que las musas iban a tener que esperar mejor ocasión, desbordado como estaba por sus responsabilidades. Versos, novelas y relatos que fue trazando, con factura muy por encima del amateurismo, a la par que ascendía en la magistratura, quedaban de momento aparcados muy a su pesar. Pero se ve que esas musas -en las que no cree, solo en la perseverancia-- han podido más que la sobrecarga de trabajo al frente de una administración de justicia saturada, aunque eso sí, ejercida al fin en una sede digna que a él le cupo el honor de inaugurar. De modo que, supliendo la falta de tiempo a golpe de sentimientos, que surgen cuando menos se los espera e imponen su ley a toda costa, el jurista ha vuelto a dar espacio al escritor, que esta vez se manifiesta como el gran poeta que lleva dentro, pues Sánchez Zamorano es capaz de atravesar con un rayo de lirismo hasta un diccionario. Lo demostró hace cinco años con su anterior obra, El color de las palabras, una recopilación de vocablos y dichos de la Subbética, que es su paraíso vital y más íntimo.

Si se tiene en cuenta que para este autor el poema es un fogonazo de claridad en medio de lo oscuro, se entiende que haya escogido Luz furtiva como título de una lujosa colección de versos blancos en los que el amor y la mitología, con Córdoba convertida en una quimera más, se adueñan de la palabra sonora y envolvente. Nace este poemario casi dos décadas después del primero, Tiempo detenido; pero ni el tiempo se detiene ni puede ser furtiva «tanta luz, tanta transparencia. Ni furtiva la luz, ni furtiva el alma del poeta que Sánchez Zamorano desnuda en estos verso», como proclama Francisco Luis Córdoba, director de este periódico, desde el comienzo del prólogo, que es a su vez otra excelente pieza poética. Lo precede un proemio a cargo de José Carlos Gómez Villamandos, rector de la UCO, que junto al Colegio de Abogados de Lucena han colaborado en la bella edición del libro. Se debe esta, como casi toda la producción del autor, a Ánfora Nova, editorial que desde Rute lleva treinta años ejerciendo de fértil dinamizadora cultural en la provincia. Tanto Francisco Luis Córdoba como Gómez Villamandos participaron ayer tarde en la presentación del libro en el Rectorado, junto a José María Molina, director de Ánfora Nova; José Cosano, director de la Real Academia de Córdoba, y Diego Juan Chacón, decano del Colegio lucentino. Los acompañó el numeroso público que mueve siempre este hombre discreto, sonriente y amigable que, con una carrera fulgurante en el campo del derecho -con 27 años era ya magistrado--, dice estar en las antípodas del juez estrella. Lo suyo es el trabajo callado en el reparto de la justicia. Enamorado del derecho, la toga le da alas para trasladar a la ficción o al verso su amplio conocimiento de las miserias y grandezas de la condición humana. Y así, entre esos mundos que tan bien se llevan -lo demostró en su discurso de ingreso como numerario en la Academia-- Sánchez Zamorano va y vuelve de los tribunales a la literatura con tanto éxito como pasión pone en el empeño. Sus muchos seguidores se lo agradecemos.