Está bien intencionado el proyecto de ley aprobado por el Gobierno andaluz para que comamos alimentos saludables y dejemos de comer alimentos perjudiciales para la salud. Nuestra comunidad autonómica se jacta de ser pionera en España con la futura ley. ¿Por qué será que ninguna otra autonomía ha dado ese paso? Pienso por ejemplo en el País Vasco con su fama de comer buenas «cosas» insanas. O en los intereses de la industria alimentaria. El americano Michael Pollan, en su libro El dilema del omnívoro, escribe que «decidir lo que se debería comer inevitablemente provoca ansiedad». Ansiedad agudizada en Estados Unidos donde la obesidad es una plaga: ciudadanos obsesionados por adelgazar y sin embargo engordan cada vez más. Aquí ocurre algo parecido ante los bandazos de la propaganda dietética: lo que era insano resulta que es sano, etc., etc. Se abusa de determinados alimentos que se nos anuncian machaconamente y no nos favorecen. ¿Quién puede poner puertas al campo por decreto ante una industria alimentaria que bombardea inteligentemente a los consumidores, niños incluidos? Creo que es una ingenuidad exigir que los bares y restaurantes ofrezcan agua gratis a la clientela. El atajar la obesidad comienza con una educación nutricional adecuada en el hogar. Se ha perdido gran parte de la alimentación tradicional y los matrimonios jóvenes educan a los niños con su mal ejemplo: la gula. Los «atracones», ya se sabe, incumplen la dieta mediterránea. Miremos al futuro, la alimentación personalizada que permite saber la comida que necesitas a partir de la información que ofrece tu ADN.

* Periodista