Llevo solo unas pocas horas de vacaciones y ya me siento un habitante más del verano, este tórrido verano bajo los ardientes efectos de la primera ola de color. Mi cerebro se derrite al sol y mis pensamientos se funden con la materia vaporosa del asfalto, y viceversa. Soy un urbanita que no necesita la playa para descansar. Me basta mi sofá, mi libro electrónico y mi aire acondicionado.

Me ha tocado leer ‘De animales a dioses’. Le he dado muchas vueltas hasta empezar este libro. En cierto modo, llevo toda la vida intentando reunir información, intuiciones y teorías para llegar a entender qué somos y por qué somos lo que somos. Aún no lo sé, obviamente. Algo intuyo, pero no me atrevo a expresarlo. Es entretenido encontrar en un solo libro tantas ideas hilvanadas con un sentido coherente a pesar de los inevitables huecos por donde aún se cuela lo desconocido. Lo llevo por la mitad, me queda la parte en la que el hombre descubre que es Dios, algo que yo ya sabía.

No sé si por casualidad, anoche de repente me tropecé con una lectura casual de esas que parecen haberte buscado hasta encontrarte. Siempre he tenido esa impresión con mis lecturas. Creo que los libros me eligen a mí, quizás porque de alguna inexplicable manera perciben mi estado de ánimo. Al menos todos los que he leído de principio a fin. Y en este último caso concreto me refiero a ‘El secreto’, de la escritora, guionista y productora australiana Rhonda Byrne, que llegó a vender cuatro millones de copias en seis meses. Este libro salió junto con una película, así que me pasé a la película para ir más rápido. El secreto desvelado en esta obra se presenta como algo revolucionario para nuestras vidas, una especie de verdad revelada cuyo conocimiento y manejo puede transformarnos y cambiar nuestro destino. Ese gran secreto oculto es la ley de la atracción, cómo funciona y cómo puede utilizarse para ser feliz. Algo muy a juego con el comienzo de unas tranquilas vacaciones de verano.

La ley de atracción, sobre la que gira el libro, se podría formular de varias maneras; por ejemplo, como que «lo igual llama a lo igual», o que «acabarás siendo y teniendo lo que piensas y deseas». La idea que subyace a esta ley es que es la mente la que moldea la materia y materializa el universo real de entre todos los universos posibles. Si damos por válida esta ley mágica, para conseguir algo solo tengo que desearlo invocarlo, visualizarlo como si ya fuera mío y dar gracias por tenerlo. Es el pensamiento positivo elevado a la enésima potencia. Cuanto más empeño se ponga en enfocar y centrarse en las imágenes que representan todo lo bueno que deseo en mi vida, ya sea salud, dinero o amor, más probable será el éxito. Si el universo, ese universo profundo y lleno de todas las posibilidades de donde surge la realidad, percibe pensamientos negativos o inseguridad en mis propósitos, no me devolverá mis preciados deseos.

El problema de ‘El Secreto’ es que lamentablemente no se apoya en ninguna evidencia científica, así que por el momento suena a pura magia. Cierto es que la física cuántica abre una puerta a esta visión aparentemente mágica del mundo, en el que la mente observadora acaba moldeando y creando el universo material real. Pero es algo que solo se ha demostrado en experimentos de laboratorio con entidades tan sencillas como los electrones, que si los miro como si fueran ondas los veo como ondas y si los miro como si fueran partículas los veo como partículas.

Es lo que tiene el calor del verano. Y las vacaciones. La vida en agosto se desliza por la sinuosa vertiente del sueño, la ilusión y la fantasía. Y así me encuentro hoy, haciendo una lista con todo lo que más quiero. Puestos a pedir, como no cuesta nada, he llenado tres páginas de cosas en las que concentrarme, visualizar y desear profundamente. Muchos deseos sobre la salud, el trabajo, también el dinero. Y el amor, claro; mi lista de deseos empieza por ti. Gracias. Mil gracias.

* Profesor de la UCO