La pasada ley de memoria histórica publicada durante el mandato del presidente Zapatero sigue dando que hablar. Es cuanto menos curioso que una ley que nació para restablecer derechos perdidos del bando vencido en la guerra civil sea tan flagrantemente impotente. Porque se supone que las leyes están para respetarlas y cumplirlas y que cualquier burla de las mismas supone una consecuencia jurídica contra dicho incumplimiento, es decir, una sanción. Sin embargo, con la Ley de Memoria Histórica la realidad supera al ámbito de protección de la norma. Y es que quizá sea muy complicado legislar por el pasado. Y es que quizá, además, las leyes se deforman cuando pretenden mirar atrás. Todo esto lo digo porque esta ley sueña con encontrar los restos de soldados republicanos para darles cristiana o en su caso, honrada sepultura lo cual me parece bellísimo. Pero también dichos preceptos abogan por erradicar signos franquistas de nuestras calles y eso parece más complicado dado el apoyo popular que Franco sigue teniendo en la sociedad española. Y por el momento no se ha conseguido ni una cosa ni otra. Ni siquiera se han hallado los restos de Lorca a pesar de ser una persona digna de adoración y con suficiente documentación. Y mientras el cadáver del santo de la izquierda sigue gritando silenciado por la tierra como cómplice de la barbarie, los símbolos del pasado régimen dictatorial campan a sus anchas por toda nuestra geografía. Aquí mismo, en Córdoba, mi buen compañero abogado laboralista don Antonio Muñoz Centella, un investigador del tema por afición, me comenta que a ciertas horas del día en la Torre de la Malmuerta aparece una placa dedicada a José A. Primo de Rivera. Pero en otras latitudes la cosa es más descarada y los homenajes póstumos a personalidades franquistas no pretenden esconderse bajo los nublados. En el pueblo toledano de Ocaña existe un voluminoso monumento a los caídos del bando franquista con una súper estatua del fundador de la Falange. Pregunté a los vecinos como era posible semejante desafío a la legalidad y me respondieron que lo que en realidad sería un desafío por parte del ayuntamiento consistiría en quitar un monumento que está en un suelo privado además de dejarme claro que allí eso no molesta sino lo contrario. Bien que Machado dejó sentenciado aquello de las dos Españas y parece que para siempre: «españolito que vienes, al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas, ha de helarte el corazón». En fin, es curioso, ante tal falta de efectividad, esta ley que se esforzó en recordar al final, estando vigente será olvidada.

* Abogado