Si la primera de las patrias son los libros, como sostiene Nuccio Ordine en su Una pequeña biblioteca ideal, y sólo es digna de ser vivida, la vida que se vive para otros. La estación estival en un momento adecuado para leer: en el butacón de tu casa, durante un largo viaje, bajo la sombrilla en la playa o a la sombra de un árbol.

Es el momento de amasar reservas, contra el invierno de los espíritus. Podemos comenzar, ¿cómo no?, con los clásicos, con la lectura de El Quijote (1605) de Cervantes que hemos empezado muchas veces y nunca lo hemos conseguido terminar, en clave de humor y comedia en el gran teatro del mundo o bien de su única obra teatral.

Sigamos con la lectura de las obras de teatro de Shakespeare, como La tempestad o bien El mercader de Venecia (1616) en clave filosófica (y cinematográfica) que nos muestra que las pasiones y emociones humanas pueden ser tan oscuras como la noche.

Si casi todo lo que los hombres han dicho mejor lo han escrito en griego, una lectura de los dos colosos de la Literatura antigua, La Odisea de Homero centrando la atención en Argos, el perro fiel y El Banquete o sobre eros de Platón que nos enseñan que el saber es, el erotismo de conocer más y más, como modo de salir de la caverna

Su enseñanza es que nacemos bárbaros pero que podemos redimirnos por la paideía (educación) como modo de afrontar la grosería de la ignorancia. Sólo la paideía (cultura) nos salva del odio.

En Los viajes de Gulliver de J. Swift (1667-1745), dicho capitán naufraga en la isla de Liliput, gigante entre seres minúsculos donde examina los ritos cortesanos y la desenfrenada corrupción reinante, pero antes de que sus costumbres degeneraran los liliputienses tenían unas leyes excepcionales, al seleccionar al personal para los empleos por principios morales y por capacidad. El delito más grave es el robo. Indirectamente, la obra nos habla de un panorama de la Inglaterra de su tiempo. La Escuela de mujeres de Moliére expone que «del lado de la barba está todo el poder», por lo que el género femenino debe ser obediente y subalterna, sometida en todo al género masculino en total dependencia, pero también que no hay prisión que pueda coartar las fuerzas del amor.

Este hilo lo continúa en un ensayo La esclavitud femenina de J. Stuart Mill (1806¬-1873) quién en una clara provocación de pone de parte de las mujeres, con derecho a decir todo lo que han callado durante siglos, de las que quieren tener voz.

Si damos un salto al siglo XX, nos encontramos con C. Kavafis que en su Itaca nos recuerda que lo que importa es el viaje, no la meta. Ulyses explora la ignoto, desafía los límites, deseando que el camino sea largo, colmado de aventuras, de experiencias sin miedo alguno a los cíclopes. Abrazar conocimientos antiguos, recorrer las ciudades de Egipto para aprender la sabiduría de los sabios. Ricos por la ganancia del viaje, aunque Itaca sea pobre, el viaje ha sido hermoso. Nos hemos enriquecido humanamente con las experiencias del viaje

Primo Levi en Si esto es un hombre (1947) nos narra desde la verdad y la crudeza del superviviente: el viaje en vagones precintados hacia el infierno de los campos de exterminio nazis. Como mercancías hacia la nada, hacia el fondo brutal e inhumano. En Cien años de soledad de Gabriel García Márquez donde nos narra el relato verídico de un tren de 200 vagones cargados de muertos, que rememora una masacre de trabajadores por parte de los dueños de una compañía bananera, que los libros de Historia no recogen como si no hubiese existido nunca. La Literatura lograr decir lo que la Historia niega. Verdades borradas por los que detentan el poder.

Siempre habrá tiempo para releer El Jinete polaco del granadino Muñoz Molina, a Padura y Carrere, las novelas de L. Silva y Gutiérrez Solís.

*Profesor de Filosofía