Solo han pasado unos días de las elecciones de Andalucía y ya me habré tragado cien «lecturas» del éxito de Vox. Columnistas, tertulianos, articulistas, lectores, editorialistas, críticos, periodistas de la «basura» y hasta obispos (el primero el de Córdoba) ya han dado su opinión sobre la sorpresa (en esto coinciden casi todos) que ha supuesto la irrupción de un partido que hace dos semanas días no era nada y hoy ya tiene 12 diputados en el Parlamento andaluz. También se ha extendido como la pólvora, promovido por algunos interesados, eso de que son «la extrema derecha».

Yo no voy a entrar en el análisis de lo que es Vox, ni a comentar su programa político, que apenas conozco, pero sí en el trasfondo de su éxito. Según unos muchos de los votos que ha obtenido en las urnas les han llegado del PSOE y del PP por la corrupción que corroe a ambos, pero eso no me vale porque hace 4 años ya estaban sobre el tapete la «Gurtel» y el caso ERE y no sufrieron el descalabro que han sufrido el pasado día 2. Según otros muchos de sus votantes han provenido del paro y de tantas promesas incumplidas. Otros, por la inmigración incontrolada e ilegal que está dejando a muchos «españolitos» sin trabajo. Otros, por la ola de populismo que azota ya a Europa, otros porque quieren eliminar los 17 parlamentos y los miles de asesores y enchufados, o por lo mal que funcionan la sanidad pública y la educación, o porque muchos ven ya que el «chollo» de las subvenciones se les está acabando... ¡100 razones! ¡500 versiones! ¡1.000 lecturas!

Pues yo, sin rechazar ninguna de las razones expuestas, creo que el triunfo de Vox ha venido, si no exclusivamente, sí principalmente por el tema del independentismo catalán y los deseos de romper la unidad de España.

Eso ha hecho que resurja algo que los políticos actuales han olvidado: el amor a España y a sus símbolos ¡Sí, sí, el amor a España!, en ese amor que los franceses tienen por Francia los ingleses por Inglaterra, los alemanes por Alemania o los americanos por su bandera de las barras y las estrellas.

Y los españoles han dicho ya «¡Hasta aquí hemos llegado!», y las gotas que han colmado el vaso han sido la chulería con la que los independentistas tratan a los gobiernos de España y las instituciones de un Estado de Derecho. Se veía venir que las humillaciones constantes del presidente Sánchez le pasarían factura al PSOE en cuanto se abrieran las urnas (y más viendo la cobardía de doña Susana por no rebelarse ante la política de su secretario general). ¡Como no despabilen los barones ya saben lo que les espera! Si Sánchez, después de la «declaración de guerra», aunque sea a la eslovenia que le ha hecho la marioneta Torrá no pega él también un puñetazo en la mesa y si es necesario manda al ejército el PSOE se puede hundir en todas las urnas que se abran a partir de ahora. Macron, en Francia, ha detenido ya a más de 1.000 «revolucionarios» sin quitarse la corbata.

Así que nadie se equivoque, Vox no ha hecho más que recoger ese cabreo monumental que ya vive toda España por lo que está pasando en Cataluña y seguro que habría conseguido mejores resultados todavía si solo hubiese llevado en su programa la Defensa de la Unidad de España. Porque para otras cosas están los demás (PP y Cs). No olvidemos que eso fue lo que hizo que Ciudadanos (con el añadido de esa Inés Arrimadas, que es un tesoro) ganara las últimas elecciones catalanas, que también en Cataluña hay muchos ciudadanos que aman a España y quieren seguir siendo españoles. Por cierto, que ese viento que la llevó a la victoria en diciembre del año pasado parece que va amainando a medida que Rivera se hace más centrista.

Yo estoy seguro que si Pedro Sánchez no rectifica y da un volantazo para acabar no solo con el procés sino también con la apología del independentismo, Santiago Abascal entrará en las Cortes españolas por la puerta grande y tras barrer en las elecciones generales por goleada. Puede ser otra CEDA (la CEDA, en 1933).

Esta es mi «lectura» y así la expongo cuando aún no sabemos si Sánchez se va a suicidar de las manos de los independentistas (catalanes y vascos) o se inclinará por salvar al PSOE, el partido que tanto ha hecho por la democracia.

Y que no me digan eso de la «extrema derecha», porque a la hora de defender la inidad de España no hay izquierdas ni derechas ni extrema derecha, ni extrema izquierda (que si sigue por el camino que va Podemos también se hundirá)... Solo hay españoles. Españoles que antes de votar a un partido (aunque sea su partido) que apoya el independentismo y la ruptura de España prefiere quedarse en casa y no ir a votar.

* Periodista y miembro de la Academia de Córdoba