La burla interminable, con su piel de cemento, ya ha durado bastante. El otro día me decía en Madrid un amigo barcelonés no independentista --o sea, cabal-- que el hartazgo del tema es tener que estar rebatiendo las mismas mentiras todas las semanas. Fieles al sentido de la propaganda inventada por Goebbels, repetir la misma falsedad puede convertirla finalmente en verdad, sí; pero solo aparentemente. En España no hay nadie preso por sus ideas políticas. Absolutamente nadie. La gente que está presa, en este caso también por el evidente riesgo de fuga, lo es por la presunta comisión de una serie de delitos: malversación de fondos públicos, sedición, rebelión. Más allá del interesante debate jurídico que puede sostenerse acerca de la valoración del tipo de violencia necesaria para que sea aplicable en el delito de rebelión, lo cierto es que esta gente no está siendo encausada por sus ideas, sino por acciones que han llevado a cabo. Voy a decirlo un poco más clarito: si en España se procesara a la gente por sus ideas, el racista, supremacista, incitador al odio y nazi Torra habría sido condenado ya hace tiempo. Y Torra es un nazi no porque lo diga yo, sino por haberlo acreditado con las locuras sucesivas que viene publicando en los últimos años, hablando de los españoles no como si fuéramos ganado, sino exactamente igual que como hablaban los ideólogos nazis de los judíos en 1932. Pero precisamente porque España sí es un Estado garantista, en el que es posible la colisión de derechos y se trata, aunque no siempre se logre, de salvaguardar nuestra seguridad jurídica como ciudadanos libres, Torra no está en prisión por haber escrito las cosas que ha escrito, porque hasta ahora --hasta ahora, eh-- se ha primado en él la libertad de expresión. Pero sucede con Torra como con el independentismo, como con la malversación de fondos y los delitos de sedición y rebelión: que juegan sobre el filo de la navaja, amagando el golpe para echarse atrás, como en su renuncia vergonzante al carácter efectivo de la declaración de independencia. Ahora resulta que no lo fue, porque la cobardía siempre ha sido el hecho diferencial de quienes lanzan a las gentes a luchar contra otras, como viva carnaza. Y porque estamos en un Estado de Derecho, por el tipo de gilipolleces que hace y dice Torra, llegado el caso se podría contemplar, solo como atenuante, el grado que nos viene regalando de enajenación mental no sé si transitoria.

Como tienen por el Estado de Derecho el respeto que tienen --es decir, ninguno--, y lo usan únicamente a beneficio de inventario, pero no en la creencia de que pueda constituir y constituya un instrumento real para la convivencia pacífica, y siempre en ese mismo filo de la navaja que nos parte la vida, ahora andan descolgando las pancartas con lazos amarillos pidiendo la libertad para los presos políticos, tras la resolución de la Junta Electoral, pero cambiándolos por lazos blancos y rojitos. Y en la fachada de Consejería de Agricultura los lazos amarillos han sido sustituidos por una granjita con vaquitas, gallinitas y pajaritos amarillos. Es más desolador que tierno, más infantil que necio, o ambas cosas. Como el juego de ir a Madrid a despedirse de España en autocares pagados por los españoles: una mezcla de insolencia, impunidad y cara dura. Populismo, y no solo.

Populismo y no solo porque, mientras tanto, las sedes de Ciudadanos y Partido Popular han amanecido esta semana con pintadas e impactos en los cristales. En el mensaje de las pintadas, de color lila, se lee «Por nuestros cuerpos no pasaréis». Estaban firmadas por Arran, la organización juvenil de la izquierda independentista, cercana a la CUP. Eso sí: los fascistas son los otros. Los fascistas son los políticos y militantes del PP, de Ciudadanos, y no digamos de Vox. Pero sobre esta gente que va a las sedes de partidos políticos a tirar pedradas, ni mú; lo que, leído lo leído, quizá sería la mayor expresión de inteligencia discursiva en Torra. Casado, Rivera y Arrimadas han denunciado la reivindicación del ataque por una organización que recibe dinero público de todos los españoles y está ligada a la CUP, pero denuncian y predican en el desierto pusilánime de España. Porque de la pedrada a la agresión hay un paso. Recordemos que en España hay una Ley de Partidos que podría aplicarse aquí. Que se investiguen esos ataques. Para el presidente del Gobierno, mientras, el problema es Franco, mientras sigue con su turismo por el mundo a lomos de su tibieza y su interés.

* Escritor