En el ecuador de la legislatura, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, del PSOE, ha pactado la entrada en su Gobierno de dos dirigentes de Podemos. Es el primer pacto de estas características de ámbito autonómico. Los acuerdos entre las dos formaciones han tenido una formulación desigual en el ámbito local, mientras que sus relaciones estatales han sido tormentosas, tanto en la legislatura fallida como en la moción de censura al reelegido Mariano Rajoy. Con estos antecedentes, la fórmula inaugurada ayer será analizada con lupa para explorar la viabilidad de acuerdos similares en otras instituciones. Se da la circunstancia de que los dirigentes directamente implicados, García-Page y José García Molina, eran hasta hace poco acérrimos detractores de una iniciativa como la que acaban de poner en marcha, pero ya se sabe que la paz siempre la firman los duros. A escala española, a Pedro Sánchez lo que pase en el Gobierno de Toledo le servirá para reforzar la propuesta con la que ganó las primarias en el PSOE: garantizar la primacía del partido en el espacio de la izquierda para llegar a acuerdos con Podemos. Para Podemos, en cambio, esta es una operación de alto riesgo. Iglesias ha autorizado lo que propugnaba Íñigo Errejón: primar la expulsión del PP de los gobiernos antes que la pugna partidista. Con esta operación, Podemos corre el riesgo de que le ocurra lo mismo que al PCE de Santigo Carrillo en tiempos de Felipe González: aparecer como una simple muleta de los socialistas. Pero lo cierto es que la izquierda en España, por ahora, no tiene otra vía para acceder al poder que a base de acuerdos.