Tras la última sentencia dada por el Tribunal Supremo (una pena de 15 años) al caso de La Manada por sus hechos aborrecibles, da la impresión de que la maldad, el ser, actuar y abusar en manada, no parecen ser para algunos, como el abogado defensor y un político y juez, repugnantes actividades y comportamientos humanos, por lo que no está de más reflexionar sobre el tema, desde una perspectiva lingüística.

Según la RAE, «manada» es un término referido a animales, los lobos, por ejemplo, cazan a sus presas en manada, también hay lobos solitarios, procede del latín «manus», «mano», que fue símbolo por excelencia «de poderío, dominio y sometimiento a la propia voluntad». Por lo tanto, la actuación animalesca «en manada», es de por sí contraria a conductas y formas de ser y de vivir como personas. «Manada» y «persona» se rechazan radicalmente, por lo que constituye una aberración y no norma de convivencia. A pesar de haber superado periodos del paleolítico, existen conductas en las relaciones hombre-mujer por parte de algunos, que no son ajenas a las que creíamos en desuso.

Hoy por hoy, la mujer, por mujer, sigue siendo todavía considerada como ser inferior al hombre, y aunque se están dando pasos de la equiparación femenina, en terrenos antes exclusivos del hombre, es mucho aun lo que hay que reformar para adecuarse a los tiempos nuevos, y a las exigencias propias de la mujer por su condición de persona. Leyes, tradiciones más o menos «sagradas», ideas, roles adscritos a unas y a otros, términos del lenguaje común..., precisan con urgencia adaptarse a lo que de verdad quiere y es la mujer como persona. En la mayoría de las conversaciones «masculinoides», el tema de la mujer aparece maltratado, sin respeto alguno y, a veces, con la excusa falaz de que las provocadoras son ellas, las mujeres, por lo de la «dichosa» manzana del Paraíso.

La reforma necesaria no está solo en las leyes, en los castigos, sino en los conceptos e ideas. Hay que desterrar la mentalidad falocéntrica, el locus genitalis, que conforma el imaginario masculino, en que la cópula, el «ir al grano», no sea el fin educativo-sexual, y acentuar en cambio que la atracción sexual es un medio de acercarte al otro para conocerlo, respetándose, vivir y expresar con conceptos modernos la emoción de esa maravilla que es el sexo, con sus placeres y goces, aun no genitales. Hay que actuar e ir a las raíces y causas con una comprensión más global de la realidad, No habrá respuesta adecuada y seria a casos como los de La Manada sin una auténtica revolución humanista, ética, cultural y social que eduque y promocione en el sentido de la existencia y la vida psico-afectiva.

* Licenciado en Ciencias Religiosas. Educador sexual