Estaba leyendo la prensa cuando sonó el teléfono de casa. Era Josemi, que llamaba desde la cárcel, como viene siendo habitual desde hace años. Josemi ya consumía drogas desde los 14 años. La pérdida lamentable de su hermanita y de su madre, siendo muy joven, le hundió aún más en el consumo de estupefacientes. Intentó incluso hasta suicidarse tirándose desde una terraza de un quinto piso. La suerte de caer sobre el techo de un coche y su buena salud física lo salvaron. A partir de ahí todo ha sido una huida de su vida hacia adelante. Drogas, centros, policía, cárcel, más drogas, más centros, más cárcel- Ha pasado por diferentes centros penitenciarios de todo el Estado. En el último lleva más de 9 años y aún le siguen bajando condenas: peleas, pequeños robos, mal comportamiento en prisión,- todo a causa de su patología dual: adicción y enfermedad mental asociada al consumo. Me comentaba que lo habían sacado al Hospital Gregorio Marañón ya que sufre muchos dolores de espalda tras la desviación de columna sufrida en su intento de suicidio. Me relataba que su tratamiento para la hepatitis le iba muy regular, tiene el hígado muy tocado. Mientras tanto, se lamenta de que su junta de tratamiento penitenciario le ponga trabas y más trabas para concederle un permiso. Cuando cuelgo el teléfono sigo leyendo la prensa y me encuentro con dos noticias que hacen referencia a nuestro sistema judicial. En la primera leo que el martes, 18 de junio, fue hallado un cadáver en la cuneta de la N-432 correspondiente a un hombre de 31 años, que se encontraba preso en el centro penitenciario de Alcolea. Parece ser que el joven murió el mismo día que volvía de permiso a la cárcel. Miles de jóvenes como los referidos llenan las cárceles de este país. Ese mismo día aparecía en todos los medios de comunicación que el juez Silva había ordenado la libertad de Blesa a petición de la fiscalía. El juez acataba la decisión de sus superiores, a pesar de sus "dudas". Un Blesa bien vestido, perfumado, sonriente, altivo era esperado por multitud de medios, como si fuese una figura del estrellato nacional. Se dirigió a los micrófonos de los periodistas para decir, sin el menor pudor, que ha sido "injustamente acusado de dos delitos" y que lo "único" que quiere es que su causa sea investigada "por un juez imparcial, que no he tenido hasta el momento". Además afirmó que "no se arrepiente de nada". Cerré el periódico para respirar profundamente ya que mi indignación me llenaba de ansiedad. En ese momento me vino a la memoria las palabras del juez Juan Luis Rascón cuando hace unas semanas en una entrevista realizada en un medio de comunicación local decía: "La justicia no funciona para unos, para otros funciona cruelmente bien".