Miren, yo creo que la organización de la justicia no ha avanzado lo que se está vendiendo. Y no lo ha hecho porque de las reformas se han encargado políticos con intereses partidistas que abogan más por decisiones populistas que por medidas realmente necesarias. Y es que se han destinado cantidades exorbitantes en la construcción de las llamadas ‘Ciudades de la Justicia’ en lugares donde no se precisaban y se ha invertido mucho dinero en una digitalización que no ha reducido papel alguno. Y a cambio de todo esto, han dejado a un lado lo que de verdad se precisaba: más currantes en los juzgados. Un ilustrativo ejemplo lo tenemos en nuestro querido pueblo de Montoro, sede judicial de un extenso territorio que engloba todos los pueblos de alrededor y donde la actividad civil y penal no da abasto. Pues bien, en este precioso lugar existe un costoso edificio judicial de tres plantas con todo preparado para albergar cuatro juzgados, pero donde solo funcionan dos, y a duras penas. Eso quiere decir que buena parte del edificio no es utilizado con la gran cantidad de dinero que se ha llevado. En cada uno de ambos juzgados solo hay cuatro funcionarios; vamos, servicios mínimos, por lo que en teoría estos funcionarios nunca podrían ponerse en huelga. Pero es que, aun contando con toda una planta baja habilitada al efecto, servicio común de notificaciones no hay aun siendo tan importante en cualquier juzgado. Me parece muy bien que no exista Servicio de Notificaciones siempre que se ampliara la plantilla de funcionarios; pero ni lo uno ni lo otro. Para los temas penales solo hay un funcionario y cada funcionario civil lleva 400 asuntos cuando lo normal es llevar 150 expedientes por cabeza. Y encima, con lo sobrecargados que están, cada dos por tres estos funcionarios tienen que soportar inspecciones del Consejo General del Poder Judicial para revisar si hacen bien su trabajo e indicarles las forma de trabajar cuando tenía que ser justamente lo contrario. Es por lo que estas inspecciones suenan ya a recochineo. Y luego, con todo en contra, todos queremos que los funcionarios de Montoro nos toquen los palillos en el ejercicio de sus mega funciones. ¿Qué ganas de ser simpáticos pueden tener con lo que les está cayendo? (y aun así lo son). Supongo que el argumento para no ampliar plantilla es la falta de dinero. Pero da mucha rabia que ese dinero necesario para contratar personal se haya gastado en hacer un edificio que en su mayor parte no sirve para nada, salvo para aquel bonito día de la inauguración, cuando el político de turno estampó su nombre en la placa que descubrió ante el aplauso de un grupo extenso de pelotilleros.

* Abogado