Nunca tuvo cabellos jadeantes y a su muerte parece como si se hubiesen roto los quicios de esta Córdoba. Él solo exhibía serenidad, aunque pretendió romper las cadenas de la mentira y de la corrupción. Desdeñó creer en otra vida tras sus muerte y también en la existencia de la Estigia. Últimamente estaba enfermo del corazón, sin corceles del Sol y a punto de caer de su carroza pero aguantó hasta que se le rompió su delicado corazón. Se ha marchado de esta Córdoba sin que espada alguna se hundiera en su pecho. Desconozco si fue roca su alma inmortal al ser invitada a visitar el cielo.

No fue gigante de rostro truculento sino profesor y conversador amable y discreto. Ha sido recuerdo para mi propio corazón porque pasó por este mundo sin realizar hazañas. Sólo gobernó la ciudad de Córdoba democráticamente. Este no es fausto día para su familia ni para con quien comenzó su vida en pareja. Ha muerto atado al escollo eterno de su corazón. Varias veces la muerte huyó de él hasta este sábado comienza Julio a disfrutar de una muerte ilustre. Resistió al fiero pastor de su partido político. Yo supe curiosamente de él en Budapest, allá por la década de los ochenta del pasado siglo, y en aquella semana comprendí la paradoja que ha sido su vida.

* Catedrático emérito de la UCO