En la Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial de ayer se debatió implementar la figura del «juez divulgador», un juez encargado de informar a los medios de comunicación de las resoluciones mediáticas y de interés para el ciudadano, a propuesta del TSJ de Cataluña, siempre tan vanguardista. La figura ya existe en países como Holanda, Dinamarca o Inglaterra.

No sé si el nombre es oportuno, ni si me gusta, pero sí sé que en los tiempos que corren las noticias de tribunales que tantas páginas ocupan en cualquier medio son manifiestamente mejorables, al menos en su lenguaje y terminología. Si ese «juez divulgador» se va a encargar de facilitar información «objetiva y técnica», sobre resoluciones de interés mediático, con lenguaje exacto y en beneficio de una información veraz y correcta, me parece de guinda. Eso sí, sin que pueda participar en tertulias, ni hacer valoraciones de carácter personal.

Cuando yo tenía edad de leer la prensa, pero se leía poco, no había muchas opciones, y las que había iban del conservadurismo clásico, al catolicismo de extrema derecha, pasando por el diario Pueblo y aquel semanario, precedente de la actual prensa de tribunales, con escabrosos sucesos de ‘portera’. El Caso me dejaba estupefacta.

Entonces, la prensa, como la vida, era más simple y las noticias también, así que acertar con el lenguaje estaba más al alcance de cualquiera. O eso, o que mi ignorancia daba por buena la redacción de cualquier noticia y de los sórdidos ‘casos del Caso’.

Hoy la ‘oferta’ es más variada y la vida se ha complicado tanto, la profusión de noticias es de tal calibre que escribir sobre tecnología, ciber seguridad, política europea, cambio climático o Ibex 35 no está al alcance de cualquiera... y contar noticias de tribunales tampoco.

Por mi profesión con demasiada frecuencia constato el abismo insondable que existe entre la realidad y la noticia que se publica, el tratamiento que se le da a los procedimientos, el manejo de las instituciones jurídicas, la utilización del lenguaje legal, los nombres de las acciones que se ejercitan, o de las partes que intervienen. Es de suspenso rotundo cuando confunden ‘demanda’ con ‘querella’ o ‘actores’ con ‘investigados’, lo que no contribuye en absoluto a que el lector, que ya debe cargar con el sesgo político de la pluma, pueda hacerse una idea exacta de la noticia real.

La correcta imparcialidad debiera ser el valor máximo de la prensa y está fuera de toda duda que también de los jueces... y hasta de ese «juez divulgador» que, visto lo visto, tanta falta nos hace. H

* Abogada