El exilio republicano de 1939 fue importante no solo por lo que significó desde un punto de vista cuantitativo sino por lo que representó en lo cualitativo. La nómina de intelectuales españoles que debieron rehacer su vida fuera de nuestro país es bien conocida, muchos de ellos eran andaluces, y entre ellos cordobeses como el poeta Juan Rejano, nacido en Puente Genil en 1903. Pero en este caso, como en muchos otros, eran personalidades que habían desarrollado antes de salir una labor muy fructífera. Rejano ya contaba con amplia experiencia, a pesar de su juventud, en el mundo de la poesía y en el del periodismo. Esto último comenzó a cultivarlo en su pueblo natal, pero sobre todo en Málaga, una ciudad que en los años 30 tuvo una rica vida cultural y donde Rejano escribirá sobre todo en dos periódicos, Amanecer y El Popular.

Ente sus colaboraciones destacan las dedicadas a la crítica teatral, con comentarios a las obras que se representaban en Málaga, casi siempre de autores muy conocidos, ante los cuales muestra su respeto y admiración, como puede ser el caso de Arniches o Benavente, pero no duda en mostrar su discrepancia con otros como Muñoz Seca, Pemán o los Álvarez Quintero. O muestra su entusiasmo ante la puesta en marcha de La Barraca, que entiende como una reivindicación de la cultura: «He aquí el remedio urgente que España necesita, que ha necesitado siempre. Cultura. Cultura que le entre por los entresijos y los poros a borbotones deleitosos. Cultura que le dé la fina experiencia del espíritu, vasta riqueza del alma, en su alma y en su espíritu abandonados sobre el páramo de un Estado hampón y cavernario». También está presente la política, y en sus textos se refleja su republicanismo, su respeto hacia algunos conservadores como Miguel Maura, sus críticas a los Agrarios o su admiración por Manuel Azaña, a cuyo discurso de Valencia en mayo de 1935 acude junto a un grupo de malagueños. Al recordar el octavo centenario del nacimiento de Maimónides habla de Córdoba como «una caracola donde se hallan resonancias de viejas civilizaciones».

Algunos artículos tienen un cierto carácter premonitorio, como en la carta dirigida a Federico García Lorca, en la cual le dice en 1935: «Ya han comenzado a morderte los mastines de la España negra, los mastines de esa España feudal que a nosotros, los hombres liberales, nos llama la anti-España». Y en 1936, en los días previos al golpe de Estado, hace un llamamiento en contra de la violencia: «Mi voz es hoy una voz de reflexión, de invitación a la calma», dirá el 12 de julio, y tres días después insistirá en su petición de serenidad: «Lo que busco, una vez más, es demostrar la inutilidad de una táctica que, cuanto más, nos acercará a la selva, pero no a la meta porque se afanan, desde tiempos inmemoriales, los hombres civilizados de las más irreconciliables tendencias».

El libro donde se recoge una amplia antología de estos artículos, en una edición realizada por los historiadores Fernando Arcas Cubero y Luis Sanjuán Solís (autores del Estudio Introductorio), lleva por título Periodismo, política y literatura en la II República, y ve la luz de la mano de la editorial Renacimiento, con la colaboración de la Fundación Juan Rejano de Puente Genil, localidad donde será presentado el próximo viernes día 27. Cuando salió camino del exilio en el Sinaia, al pasar por el Estrecho, Rejano miraba hacia su tierra: «Y más allá, mucho más allá, el regazo de mi Córdoba natal, amodorrado entre olivares, acunando el dolor de los míos, de mis gentes queridas». Una vez más, la voz de Rejano, mediante textos recuperados y a través de sus artículos malagueños, podrá volver a su tierra natal, algo que no pudo realizar en vida, pues murió en 1976, justo cuando preparaba la vuelta a España de su largo exilio.

* Historiador