Esta vida es así de curiosa; unas veces justa, incluso maravillosa, otras, desagradecida, y otras, pues de todo un poco. Lo que sí convendrán con el que escribe es que hay personas que tienen un reconocimiento enorme por las gentes -incluida la infancia- que andan por las calles pero que a nivel institucional es como si fueran invisibles. No pasa nada porque si la finalidad de las mujeres y los hombres es la felicidad, no hay mayor satisfacción para el luchador o luchadora que los espaldarazos y piropos de los que rulan por la rúa como si nada porque no hay premio más bello que el del anónimo. Uno de estos grandes seres que pueblan Córdoba es Juan Orive Dorado, El Calahorro, que es un currante hasta no poder más, un pedazo de buscavidas honrado y de palabra que además de todo esto vive por y para el flamenco. Y es que mientras Juan, cordobés del 64 y del barrio de la Fuensanta (aunque nació en las margaras), ha sido, aparte de buena gente, frutero, carnicero, representante, dependiente y matarife, paralelamente ha luchado por esa cultura musical única e irrepetible que germinó en Al Ándalus y floreció con la llegada de los gitanos, esa etnia que es como si fuera también la suya de lo que la quiere y le quieren. De chico soñaba con los cantes añejos que reproducía a viva voz por los pasillos del Lucano, el colegio de primaria que está en frente de la piscina Fuensanta, haciendo por tanto así la enseñanza de todos los niños mucho más flamenquita y más llevadera. Juan se casó con su novia de toda la vida y también del barrio, la Manuela, siempre enamorada de su hombre. Fruto de este amor nació Marta (mamá de la nieta Daniella), que toca la percusión que flipas. Juan ha cantado y tocado a todas las bailaoras de por aquí y por allá y cuenta con reconocimientos por doquier. Pero ya digo, en peñas populares. También es autor de bellísimos y desgarradores temas como el que dedicó a Marta del Castillo. ¡Ah! y nuestro Córdoba CF le debe su himno. Ahora está súper liado promocionando los nuevos valores a través de su asociación, sita en la Viñuela, llamada Senderos de Arte, que es una mina de talento popular pero que precisa de ese apoyo institucional que parece esquivo con esta gran persona. Pero que creo a partir de ahora se van a cambiar las tornas y la asociación va a tener más éxito que los programas esos de televisión que en vez de engrandecer la música, están relegándola a unos cuantos.

¡Amo allá Calahorro! ¡Ole tú, de parte de un cordobés cualquiera que te admira como nadie!

* Abogado