Unos de los logros más difíciles de alcanzar en la vida es hacer las cosas en el momento adecuado. Desiderio Vaquerizo lo ha hecho con su último libro, el ensayo Cuando (no siempre) hablan las piedras. Hacia una arqueología integral en España como recurso de futuro. Reflexiones desde Andalucía. En plena madurez profesional y personal; una madurez espléndida presidida por la sabiduría que le da el haber mantenido siempre los pies en el suelo, el no haber perdido nunca el ansia por cambiar las cosas, el tener la humildad de los grandes..., necesitaba una profunda y serena reflexión; respuestas a tantas preguntas que su curiosidad siempre insaciable le demandaba; parar y mirarse al espejo; un ejercicio de crítica y de autocrítica sincero y honesto del camino recorrido para contrarrestar así su profundo desencanto y retomar en plenitud las riendas de una labor que le sigue dando grandes satisfacciones.

Si he de hablar con sinceridad, tengo que decirles que cuando comencé a leer su ensayo esperaba encontrarme una obra sólida y rigurosa, ampliamente documentada, un trabajo brillante, entusiasta e intrépido. Viniendo de quien viene, no podía ser de otra manera; y efectivamente mis expectativas se vieron cumplidas, con creces. Desiderio Vaquerizo nos ofrece en su libro una excelente valoración, desbordante de sinceridad, de lo ocurrido con la arqueología andaluza los últimos treinta y cinco años, sin perder nunca el referente más amplio de la disciplina y con especial atención a Córdoba, donde muestra la mayor desesperanza.

Lo desarrolla de una manera pródiga, abarcando muchos ámbitos y perspectivas que van desde una óptica profesional e investigadora a otra divulgativa y de percepción social, pasando por una legislativa y aún política, siempre, insisto, desde una profunda autocrítica; y lo hace con pasión, como es él, con vehemencia, con voz potente, clara, rotunda y profundamente comprometida, llamando a las cosas por su nombre y sin miedos a qué pensaran algunos. Desde ahí pretende encontrarle salidas al futuro, un futuro difícil, con muchas incertidumbres en el horizonte. Demuestra así una vez más, a pesar de su pesado y no siempre agradable bagaje, que la esperanza, y con ella la ilusión, las ganas de salir adelante y el compromiso activo, siguen ocupando un lugar preferente en su profesión y en su vida. Nos hallamos, por tanto, ante un magnífico trabajo; pero también de algo más, mucho más... Cuando (no siempre) hablan las piedras… es también un viaje emocional, un viaje introspectivo, íntimo y apasionado. Un viaje de casi cuatro décadas de un hombre que en un momento determinado de su existencia decidió dedicarla entera a la arqueología, y a cambio la arqueología también se lo ha dado todo a él. Un viaje en el que se ha dejado el corazón y casi la vida, en sentido literal.

Ya desde las primeras palabras del libro se percibe una voz, una voz que no se puede leer porque no está escrita, pero que se oye perfectamente: es la voz del hombre, de un hombre que, además, es arqueólogo; una voz emotiva, madura y resuelta, impregnada de sentimiento, de dolor y de tristeza, una voz que envuelve y llena de aromas de melancolía hasta las últimas palabras del libro; una voz que es la voz del alma. La voz del hombre con alma de arqueólogo en continuo y permanente dialogo con la voz del arqueólogo. Una voz que habla de éxitos y de fracasos, de decepciones y deslealtades, de desencanto y de penas, de frustraciones y de alegrías, de sobrecargas de trabajo y mermas irreversibles en la salud, de la más descarnada de las soledades, de soberbias y de egos desmedidos, de puñaladas traperas y de luchas internas, del cansancio inmenso de nadar una y otra vez contracorriente, del gozo de haberse ganado el respeto de alguna gente y el orgullo de no habérselo perdido él, del ansia por cambiar las cosas. Una voz rozada por la rabia, porque arrastra mucho pesar, porque son muchas las cicatrices y mucha la valentía, mucha la honestidad, mucha la integridad para no dejarse abatir; la voz amarga de un profundo desaliento; y también una voz ingenua y cándida, siempre pronta a escuchar.

Por todo ello les animo a que lean este maravilloso ensayo con serenidad, deleite y sin prisas, dejándose llevar de la mano de Desiderio Vaquerizo por su periplo emocional, a ratos duro, siempre precioso, sensible y frágil, presidido por el rigor y la capacidad de análisis, por el conocimiento de primera mano y la búsqueda de la verdad, pero también aguerrido, audaz, animoso y comprometido; y... Déjense sorprender. Puede que se sientan identificados a veces, estremecidos otras, pero siempre lo harán gratificados. Hablo de un libro que puede convertirse en una joya secreta, de esas que solo encuentran quienes de verdad la merecen o son capaces de apreciarla.

* Escritora