Cada 8 de agosto (mañana) recordamos y celebramos la festividad de santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Predicadores, conocidos por los dominicos. Como en otras ocasiones hemos comentado, el 22 de diciembre de 1216, el papa Honorio III firmaba la bula de confirmación de la existencia de dicha orden. Domingo de Guzmán tenía 46 años. Pero, aproximadamente, unos 10 años antes, Domingo ya había colaborado en la formación de una pequeña comunidad de hermanas en Prulla (Francia) con jóvenes de dicha localidad y, seguidamente, en Tolosa establece la que sería la primera casa de su orden, con una comunidad de hermanos, los cuales, mediante la predicación del Evangelio, trataban de convencer del error en el que se encontraban los habitantes de la región, seguidores de los herejes cátaros.

Domingo de Guzmán realizó su primera labor de predicación en plena juventud y unido a otros jóvenes que creyeron en su labor de dar a conocer la buena nueva, consiguieron que el Papa les reconociera y animara en ese ministerio que hasta entonces solo estaba permitido a los obispos.

Incluso, quizás movido por ese espíritu y edad todavía joven que tenía, en agosto de 1217 decidió, aunque aún eran pocos, enviar a todos sus hermanos por el mundo, «ya que el grano de trigo amontonado se pudre, pero si se esparce produce mucho fruto». Y este envío lo realizó a ciudades que ya empezaban a destacar por la importante presencia de población juvenil, tales como París, Madrid, Roma, Bolonia… en las que destacaban sus universidades.

De este modo la predicación del Evangelio iba a ser doblemente eficaz: dirigida a los habitantes mayores de dichas ciudades que todavía podían conservar vestigios de las distintas herejías; y dirigida a los más jóvenes, a los que se les podía enseñar y mostrar la vida y enseñanzas de Jesús de primera mano y en sus propios lugares de formación.

Esta es la labor que los dominicos han continuado a lo largo de sus 800 años de existencia, considerando a los jóvenes como uno de sus temas prioritarios. En palabras de Fr. Bruno Cadoré, actual Maestro de la Orden, «existe un gran número de frailes, hermanas y laicos de la orden comprometidos en los distintos mundos de los jóvenes: el educativo, el universitario, el del trabajo social, así como la presencia y atención a los lugares de intranquilidad del mundo donde los jóvenes son a menudo las primeras víctimas. Desde la Orden de Predicadores se busca, reconoce y promueve el importante papel y la capacidad que los jóvenes tienen para ser agentes activos de la renovación de la evangelización.

Como acertadamente expresa el dominico cordobés Fr. Vicente Niño, o.p., «en el camino hacia el conocimiento de la verdad, negar la participación de los jóvenes, o por mejor decir, no escucharlos es negar una voz que suma y aporta algo específico propio que nadie más que ellos pueden aportar… Excluir del diálogo a los jóvenes, llevado al extremo, es negar algo de la voz de Dios, del spíritu, que también se expresa a través de ellos: de su pasión, su idealismo, su vitalidad, su deseo de utopía, su sueño de justicia, de plenitud».

* Vocal de comunicación de la fraternidad laical Santo Domingo de Scala Coeli y Padre Posadas