A lo largo del siglo XIX en Nueva Orleans se fue gestando una mezcla musical que proveniente de África se enredó a la influencia ejercida por parte de la Iglesia anglicana, en un intento de domesticar la primera con cantos eclesiásticos ya que los puritanos de la época desmerecían el ritmo de los esclavos negros, más dados a las percusiones y en especial los tambores. Toda esa extraña mezcla hizo aflorar varias vertientes musicales con un tronco común como el blues, el cajún o el jazz. No obstante, rastreando la palabra jazz no se presenta escrita hasta el dos de abril de mil novecientos doce -ciento siete años ya--. El jazz ha abarcado tanto modalidades «bailables» como aquellas que requieren un esfuerzo de concentración para apreciarla. Se mueve con soltura desde lo más popular hasta lo venerado como culto.

En el tórrido verano hispano ya no hay localidad que no cuente con su féstival, así, esdrújulo. Con más o menos acierto se maridan una palabra del terruño y la mencionada. Para no herir sensibilidades pongamos por caso una localidad clásica y de largo recorrido en estos temas con trasfondo vitivinícola como es Viña Rock Féstival. Cambio rítmico con su hipérbaton sajón. Del terruño, pero con vocación internacional. En ese campo minado y abonado de festivales los hay para todos los gustos, casi siempre de herencia pop y rock, donde el límite lo alzan géneros flamenquitos y/o de copla, en los cuales se normaliza el ritmo prosódico y ya resultan festivales. Entre esa marabunta abundancial llama la atención que un pueblo del sur de Córdoba organice un festival de jazz.

Hace la friolera de veinticinco años, un locutor de radio con el apoyo de un puñado de aficionados al blues crearon una bendita locura de esas que no alcanzas a saber cómo termina y en Cazorla se celebró el primer festival con doscientos asistentes y déficit. Transcurrido el tiempo, esa celebración alberga cinco mil personas por día y fue origen de una productora establecida en Córdoba y que se encarga de organizar giras y conciertos a Mark Knopfler o Joaquín Sabina o Manuel Carrasco. Por el festival han pasado John Mayall, Buddy Guy o Solomon Burke.

En Priego, un grupo de músicos entusiastas se planteó organizar un festival de jazz. Supongo que les aconsejarían mejor de flamenquito, copla o rock, pero ellos a lo suyo. Y, encima, apostaron por lo más cercano, músicos andaluces, sin exclusión, pero de manera preferente. Dicen que hay muy buenos músicos de jazz en Andalucía y se debe dar la oportunidad de que actúen. Sin embargo, aparte de la bonhomía y el lugar idílico donde se celebra destacan las actividades que llevan a cabo todo el año por parte de la asociación, como conciertos, presentaciones de discos, cine, exposiciones de fotografía o arte correo en un reguero amplio de cultura. Así se entiende que en la sesión abierta después del primer concierto actuaran jóvenes de entre nueve y once años y sin complejos.

* Profesor