Conocí a Javier Muguerza en seminarios y en congresos de Filosofía, uno de ellos celebrado en la Diputación de Córdoba. Tratábamos sobre la relación entre pensadores iberoamericanos y españoles, centrados en la figura de Bartolomé De las Casas.

Muguerza, recientemente fallecido, fue discípulo de maestros como Aranguren y Ferrater Mora, y ha sido considerado como el filósofo de la Transición española.

Desde estas páginas es justo un reconocimiento público del que fuera primer director del Instituto de Filosofía del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas). Mentor de varias generaciones de estudiantes, puso en marcha la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía como modo de tender puentes con el exilio universitario republicano, acuñando el término «pensar en español» entre todos aquellos que compartimos una misma lengua en la que expresarnos.

Vivió en primera persona el drama de la guerra civil española, dado que el año de su nacimiento, 1936, fusilaron a su padre. Este hecho le marcó a lo largo de su vida y su obra, abanderando la idea fraternal de la reconciliación nacional desde 1956, que se plasmó finalmente en la Constitución de 1978.

Desde su exilio interior en su cátedra de Filosofía en la universidad de La Laguna se volcó en la docencia universitaria, como continuador de su maestro y antecesor don Emilio Lledó, junto al que renovó por completo el anquilosado panorama filosófico.

A mediados de los setenta, publicó La Concepción Analítica de la Filosofía y La razón sin esperanza, que fueron recibidas como un vendaval de aire fresco en el mundo del pensamiento español. Se aproximó también al marxismo más heterodoxo que representaban Bloch y Habermas y al postkantismo, para recalar en el llamado «giro lingüístico del pensamiento». En estas reflexiones, muestra sus acuerdos y desacuerdos escépticos con sus referentes intelectuales.

En su menos conocida faceta de traductor, nos posibilitó conocer la lógica de Russell, la ética de Moore y la filosofía política liberal de Rawls.

Consideraba que la filosofía en el ámbito universitario nunca podía ser neutral sino que se situaba en el espacio de la izquierda. Desde un pensamiento dialógico, analítico y utópico como es el suyo, se preguntó a lo largo de sus obras qué son la Justicia y las injusticias. Reflexionó sobre la desobediencia civil, el nuevo feminismo y el hecho religioso en un mundo laico.

En su obra cumbre Sobre la perplejidad, Muguerza defiende que toda filosofía se enmarca en un horizonte de utopía gracias a una herramienta conceptual novedosa que denominó «el imperativo del disenso», de una enorme actualidad, como método adecuado para lograr, entre todos, renovados consensos.

Cada ciudadano debe tratar de entender las razones del otro, incluidos las de sus oponentes, y consensuar hasta lograr una convivencia democrática enriquecedora.

* Profesor de Filosofía