Estaba yo comenzando mis andaduras informáticas y era distribuidor de una firma que junto al ordenador te cedía dos aplicaciones, una de contabilidad y otra de gestión de stock y facturación. La aplicación de contabilidad, que era en principio la estrella, tenía yo que demostrarla a los posibles clientes compradores. Al cabo de unas pocas demostraciones, vi que aquello no tenía futuro, ya que era muy compleja y los posibles clientes no tenían la suficiente formación para manejarla. (Ni yo tampoco).

Como conocía a mi amigo Jaime, y sabía que en su día creó el Centro de Cálculo de Córdoba, ni corto ni perezoso me fui a verlo.En un principio me dijo: «Te voy a aconsejar el mejor tratado de contabilidad editado por la Universidad de Deusto» y te resolverá todos tus dudas. En aquel momento pensé que me había equivocado. Le dije: «Yo no quiero eso, quiero un libro lo más claro y sencillo posible para hacer una aplicación de contabilidad asequible a los no iniciados». Entonces me contestó: «En ese caso el mejor que te puedo aconsejar es el Contabilidad General de Deusto también». Me compré el librito que era pequeño pero muy claro y sencillo y me puse a la tarea de hacer una aplicación de contabilidad asequible a todos. Esa aplicación ha criado a mis hijos, se instaló en un montón de pequeñas empresas y por supuesto también en el periódico CÓRDOBA. Se vendía a 125.000 ptas de entonces y se vendían no menos de dos aplicaciones mensuales, con lo cual y gracias a Jaime pude criar a mis hijos.

Pero lo que más he admirado yo, y que nunca le dije, han sido los artículos que escribía los domingos en el CÓRDOBA, y digo que me admiraban porque ha sido la persona que mejor ha razonado la Fe. Siempre se ha dicho que la Fe no se razona. Pues bien, Jaime la razonaba y si no, ahí están los artículos donde se razona el comportamiento que deberíamos tener todos y por supuesto nuestros políticos para que las personas entiendan y vivan más acorde con el bienestar y la sensatez. Yo desgraciadamente no conservo dichos artículos pero si le pediría al periódico que los publicase. Podríamos vivir el cristianismo más auténtico si los hacemos vida, que en la sencillez de su exposición, nuestro Jaime fue el mejor maestro.