Jaime Mata es el Rocky Balboa del fútbol español. Uno en ocasiones disfruta más con las historias que con la competición, y por eso es imposible leer la narración de Jaime Mata, su peregrinación por clubes de Tercera hasta llegar a Primera este año para debutar con la selección, sin pensar en Rocky. Es verdad que los 30 de hoy no son los mismos que en la época de Camacho, pero siguen siendo 30 añazos para un tipo que debuta en Primera y en la selección este año, posiblemente en el partido de hoy contra Noruega. Su historia es un relato de sufrimiento y verdad. «Es uno de los delanteros que en mejor estado está y no solo por los goles. Actitud, cualidades técnicas... Juega en una posición en la que creo que influyen el estado de ánimo y la situación actual. Le veo mucho potencial y capacidad de mejora», ha dicho Luis Enrique, que solamente por esto ya cae bien. La historia de Mata tiene tela de alambre y de sudor: hace nueve años, mientras la selección española campeona de Europa preparaba en Las Rozas el Mundial de Sudáfrica, Jaime Mata jugaba sin cobrar cerca, en Tres Cantos, un club de Tercera fusionado con el histórico y humilde Pegaso madrileño. Impagos en Tercera y una plantilla que decidió hacerse una foto bajándose los pantalones como protesta y posó en el vestuario enseñando el número de cuenta del club, por si alguien les hacía un ingreso. Era 2009, los años de la crisis, también para el fútbol modesto. Él decidió luchar: Rayo B, Socuéllamos y Móstoles. Dejó Derecho y terminó dos grados de Administración y Comercio Internacional, pero siguió soñando con triunfar en el fútbol. Con 25 se fue a Lleida y marcó 34 goles en 82 partidos. Con 26 años fichó por el Girona y casi asciende a Primera. Luego en Valladolid marcó 35 goles, consiguió el ascenso y fichó por el Getafe: a Primera y a la selección. Le aseguraron que vivir del fútbol era como hacerlo de la literatura: imposible. Pero no se rindió, y ahora marca los goles al pasado.

* Escritor