Hace algún tiempo escuché decir en una conferencia a mi antiguo profesor Juan Antonio Estrada que la diferencia fundamental entre las izquierdas y las derechas en este país es que las izquierdas se dividen por cuestiones ideológicas y las derechas son capaces de unirse buscando intereses comunes, independientemente de las ideas. Si no, no sé cómo explicar determinadas alianzas entre PP, Ciudadanos y Vox. Incluso creo firmemente que lo de «derechita cobarde» es en el fondo un guiño, un reclamo, un apelativo cuasi cariñoso para despertar en el PP la palabra interés, que habían suprimido de su glosario después de los casos de corrupción que han tenido en su más profundo centro. La izquierda los tiene ya casi olvidados y por eso vuelven a la ideología y Rufián sigue insistiendo en que «ellos en cuarenta años de partido...».

Estoy convencido de que, aunque no os estoy descubriendo secreto alguno, nadie podrá negar que es precisamente lo que está ocurriendo en estos momentos, antes de que llegue el último intento de formar un gobierno estable. Nuestros gobernantes parecen más interinos que fijos. Eso sí, no dejan de cobrar sus salarios, sus primas, sus dietas. El problema de la izquierda probablemente radique en seguir pensando en el programa (que me perdone Julio Anguita) porque es este mismo programa el que les impide ponerse de acuerdo en una coalición que les permita dirigir el Estado. Y lo más grave es que la hermenéutica que la mayoría de la izquierda hace del programa se traduce en sillones de poder. Quiero este sillón, quiero este otro. No, este no, confórmate con este. Y así se las pasan mientras otros con mayor inteligencia práctica pactan acuerdos de gobernabilidad, se ponen de acuerdo en determinados intereses y gobiernan, mejor o peor, pero gobiernan. Ahora que Iglesias se ve con la soga al cuello, echa marcha atrás y está dispuesto a aceptar la última oferta que Sánchez hizo al principio del verano. Pero Sánchez le ha dicho: «Ahora te jodes», haber aceptado cuando te hicimos la propuesta. Ahora, si quieres, acepta una serie de compromisos que te ofrecemos pero nada de carteras ministeriales, nada de sillones de poder. Y claro, como sigan así, no os quepa duda de que vamos hacia unas nuevas elecciones y nuestra España seguirá estando «en funciones».

Todo esto me hace pensar. Por un lado, que Iglesias tiene razón cuando afirma que para él no hay un sitio reservado en la mesa del Consejo de Ministros, que el destino se niega en rotundo a hacerle un hueco en esa mesa de trajeadas y trajeados en la que no pinta ni con cola ni con coleta y por eso, y visto lo cual, ha aceptado, aunque sea regañadientes, que sea su pareja la que pudiera sentarse. Algo más que él, pega y al final, todo queda en casa (¡Y menuda casa: no sé si ahí podrán encontrar la ideología!). Y por otro lado, y esto me preocupa algo más, que Sánchez está demostrando y cada vez con más fuerza que carece de los valores y de los mimbres que debe tener todo líder político. Como siga así, pasará a la historia como el eterno presidente «en funciones». No pongo en duda que sea un líder mediático, guapetón, deportista (bueno, Rajoy, el hombre, también se esforzaba), no tiene pinta de ser mala persona. Pero esto, amigas y amigos, no es suficiente para dirigir a casi 50 millones de personas en una sociedad que ya no es sociedad del bienestar (o no lo es para la inmensa mayoría) desde hace algunos años, como mucho es una sociedad de obligado consumo donde unos pueden consumir lo que les plazca y otros consumir lo que buenamente pueden y les dejan. En esas estamos.

* Profesor de Filosofía

@AntonioJMialdea