Leo en un artículo que pretende desmontar tópicos sobre la mujer musulmana en el que se afirma que no es verdad que el islam sea machista, ni que dentro de esta religión los hombres sean unos privilegiados. Es increíble observar cómo se han propagado los discursos fundamentalistas, incluso llegando a penetrar en las conciencias de quienes no son musulmanes.

Es increíble que para luchar contra el racismo se llegue a caer en la trampa de negar el machismo que hemos sufrido a lo largo de los siglos. ¿De verdad que no hay otra forma de combatir los discursos de odio que contando falsedades sobre la religión de Mahoma, tirando tierra sobre la lucha de las feministas laicas?

No sé si esta actitud se debe al desconocimiento o al complejo de culpa que los islamistas han sabido explotar tan eficazmente. Sin comprender el contexto global del islam y las estrategias que siguen sus corrientes más reaccionarias para impedir el avance de las mujeres no se puede ver hasta qué punto es perjudicial publicar este tipo de opiniones y tomarlas por normales o incluso representativas. Para no ser racistas decimos que es un tópico que los musulmanes puedan tener cuatro mujeres cuando es algo que está en sus textos fundacionales y en la mayoría de leyes de países musulmanes. Para no ser racistas decimos que son las mujeres blancas occidentales las que se han inventado el machismo del islam. Pues sí que son poderosas y perversas, las blancas occidentales.

En el magnífico libro Un siglo de movilización social en Marruecos, editado por Laura Feliu, Josep Lluís Mateo Dieste y Ferran Izquierdo, hay un capítulo dedicado a las manifestaciones en Marruecos en el 2000 contra un plan del Gobierno para el desarrollo de la mujer. Llegaron como consecuencia de la ratificación de los acuerdos de la conferencia mundial sobre las mujeres de Pekín en 1995. Los distintos partidos islamistas se organizaron y opusieron de un modo muy beligerante a las medidas que se querían aplicar dentro y fuera de la familia. La reacción fue feroz y se articuló sobre la defensa del esencialismo religioso en base al cual se reclamaba que hombres y mujeres no son iguales sino complementarios. Los detractores del plan rechazaban la «ideología de género» por considerarla un peligro para la sociedad marroquí y afirmaban que el plan iba contra su identidad musulmana. Los discursos de entonces, claramente reaccionarios y antifeministas, atribuían a un supuesto proceso de colonización occidental los cambios propuestos para mejorar la vida de las mujeres. Lo que resulta sorprendente, triste y decepcionante, es que sea cierta izquierda la que se trague, sin que se le atraganten, las ideas más reaccionarias que nos han perseguido hasta aquí.

* Escritora