La irrupción de los muertos vivientes en la cultura popular tiene un significado más trascendental de lo que parece. Desde un enfoque filosófico o sociológico, los zombis son símbolos, representaciones, metáforas, como se ve en la exitosa serie de ficción The Walking Dead, que puedes seguir en la TV. Desde el punto de vista narrativo, las series y películas de zombis son algo más que una historia fantástica: plantean una premisa sobre muertos que, paradójicamente, lleva a hablar de los vivos. Muertos que caminan para hablar de humanos que piensan (o no). El universo que recrea The Walking Dead, como otras historias de muertos vivientes, es, en definitiva, una excusa para explorar la mente individual y colectiva y aborda una importante cuestión: ¿qué dice el zombi acerca de nosotros? Que el punto de partida sea un mundo post-apocalíptico es la clave para abordar este fenómeno desde un punto de vista filosófico en una sociedad en que los cimientos básicos, la trascendencia, el orden establecido y valores como la moral y la ética en decadencia, son sustituidos por el vacío y sin sentido de la vida. La principal diferencia de The Walking Dead con otras producciones de esta temática es que no nos cuenta cómo se origina el brote trasladándonos la interrogante a nosotros mismos sobre en qué medida podemos ser zombi en nuestro vivir, pensar y actuar, es el relato de cómo actúan los humanos ante esta amenaza.

En su experimento mental, el filósofo analítico australiano David Chalmers crea una figura: el «zombi filosófico». Este es un ser biológicamente humano, con respuestas físicas al dolor, pero incapaz de tener conciencia sobre su dolor. Todo se reduce a la materia: al cuerpo. El zombi filosófico intenta probar la idea de que tener una respuesta biológica no es lo único que nos hace humanos; nos hace humanos el hecho de ser conscientes de que la estamos experimentando. Y que, si solo existiera el cuerpo, la sensación y no la conciencia de tener una sensación, seríamos zombis filosóficos. Un concepto no tan lejano al que nos vende la cultura popular: seres que no tienen conciencia de sí mismos, cuyos comportamientos, como el de los animales, solo se pueden explicar por una serie de razonamientos biológicos. Es por lo que esta figura, en la sociedad actual pueden verse esos rasgos que caracterizan al no-muerto, el zombi representa una involución del ser humano, producto de la sociedad. Reducida su existencia a ser parte de una masa sin criterio, que se guía apenas por estímulos. Por eso su papel en la cultura audiovisual y popular es ejercer la crítica social; el zombi sería, en definitiva, una metáfora de nosotros mismos como producto de una sociedad que nos puede alienar al convertirnos en masa anónima, que nos aboca a tener un apetito insaciable (el consumismo) y a estar comunicados globalmente (formamos hordas virtuales), pero cada vez más aislados. Y lo peor es que quieren eliminar a quienes piensan y actúan con conciencia de seres humanos, pilar básico de su existencia.

* Licenciado en Ciencias Religiosas