Un día de junio de 2009 la por entonces secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, dijo: «Les sugiero que estén atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta». La dirigente socialista se refería desde su particular punto de vista a la coincidencia transoceánica de dos liderazgos progresistas, el de Obama y el de Zapatero. Y se quedó tan ancha. Su grandilocuente declaración concedió una excelente oportunidad de pitorreo a grandes eminencias del periodismo patrio.

Viene esto a cuento porque, según parece, dentro de poco veremos un auténtico «acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta», un hito como el que adelantaba en su día Leire Pajín, el encuentro en algún lugar (tal vez la frontera entre las dos Coreas) de Donald Trump y Kim Jong-un.

Independientemente de la categorización más o menos despectiva que nos merezcan ambos mandatarios, resulta evidente que el hecho de que hayan accedido a verse las caras en persona puede suponer un antes y un después en el complejo panorama de la geopolítica mundial. Es de suponer que intereses fácticos de múltiple naturaleza habrán posibilitado una cumbre que hace apenas unos meses cualquier analista del ámbito internacional habría juzgado inverosímil.

Y mira tú por dónde estoy en condiciones de revelar cómo se va a concretar la cita entre los mandamases de Estados Unidos y Corea del Norte. Una fuente más que solvente de la mismísima Casa Blanca me ha confirmado la hoja de ruta del acercamiento: primero los saluditos protocolarios ante la multitud de fotógrafos. Trump está advertido por los asesores de su gabinete para que se abstenga de apretujar en plan campechano la mano rolliza de su homólogo. Luego, ya en privado, hablarán de tonterías como el tiempo, qué tal el viaje, la pervivencia del modelo comunista o las armas nucleares. Minucias. Y para terminar... la bomba, el auténtico golpe de efecto: todo un comando de peluquería se pondrá a trabajar a contrarreloj de tal manera que, en la habitual rueda de prensa para la valoración del encuentro, Trump lucirá un corte de pelo como el de Kim Jong-un y viceversa. Se acabó la distancia. Yo soy tú y tú eres yo. Hay un amigo en mí. El presidente de EEUU llevará la franja inferior del casco completamente rapada y una especie de montera embadurnada de brillantina coronando la testa. El timonel de la proletaria Corea del Norte, por su parte, dejará boquiabiertos a los presentes atusándose el peluco huevo hilado que caracteriza al díscolo marido de Melania. La foto del intercambio de cabelleras se convertirá instantáneamente en megatrending topic (ríete tú de cualquier tratado), cerrará heridas y abrirá una nueva etapa demostrando que la auténtica empatía no es solo situarse en el lugar del otro sino también ponerse bajo el pelo del otro por mucho que cueste. Y así todos contentos, cada mochuelo a su olivo, aquí paz y después gloria.

* Profesor de IES Galileo Galilei