A Pablo Casado le honra no solo el gesto, sino la intención de integrar a todos aquellos que habiendo tenido un papel de cierta relevancia en el partido, han apoyado a Soraya Sáenz de Santamaría, incluida esta. En su primera reunión de peso como presidente que ha mantenido con Rajoy, así lo ha manifestado como un compromiso personal, además de proclamarlo por él algunos de sus más estrechos colaboradores como Javier Maroto a los cuatro vientos de los medios de comunicación. Pero además de hablar de integración, Casado ha dejado claro durante toda su campaña interna a presidente del partido que tiene una agenda clara y contundente reformista liberal conservadora. Pablo quiere lanzar un discurso nacional que sea fácilmente reconocible para todos aquellos votantes y exvotantes del PP que lo buscan y lo esperan en forma de ideología.

Por tanto, la ideología es el alma mater de este nuevo giro de rumbo que Casado quiere imprimir al PP. Pero el marianismo ha dejado en su paso muchas familias dentro del partido precisamente por esa falta de debate ideológico. En esa orfandad ideológica han crecido y se han asentado demasiados cargos notables del PP, que no han sido capaces no solo de sacar mayoría absoluta en comicios municipales y autonómicos, sino que el voto de la ilusión lo perdieron hace tiempo. Y todos sabemos que el PP solo gobierna con mayoría absoluta. Es obvio que no es la integración el concepto clave para esta nueva etapa del PP, sino la renovación. Renovarse o seguir languideciendo en mayorías simples. No todos los que Pablo Casado pretende integrar o dejar seguir en el nuevo proyecto sirven para implementar esa ideología. De hecho, muchos de ellos gastan una tibieza irreconciliable con ese reformismo liberal conservador que el nuevo presidente del PP pretende.

Ahora es el momento de dejar fuera de cargos de responsabilidad electoral y de partido a todos esos que ya están amortizados por el marianismo que ya huele y debe de seguir oliendo a pasado.

* Mediador y coach