Este niño se llama Manuel y su perro, Covi. Son la inocencia. Manuel tiene 8 años, síndrome de Down y el pelo rubio, con un flequillo que se alza libre en el centro de su frente. Covi… Covi no sé qué edad tendrá; no creo que llegue a un año. La tarde anterior al encierro, allá por marzo, cuando la primavera sonreía de nuevo en el azahar y los jazmines, Manuel fue con su abuela a tirar la basura y se encontraron un perrito en el contenedor. Se quejaba como un niño. Enseguida lo adoptaron, lo llevaron al veterinario y le compraron una alfombra. Manuel, claro, le puso de nombre Covi. Covi no tiene raza, sólo una mirada de ternura y una oreja que le cae perezosa sobre un ojo. Manuel y Covi poseen la inocencia que los emparenta con los ángeles. Todas las mañanas de este julio, juegan en el patio mientras la abuela riega los geranios y el abuelo la acompaña con la lata y la cubeta. Manuel, desde la primera luz, está deseando que la abuela le diga que ya puede levantarse. Covi entra a la habitación y mira muy serio a Manuel, entre los dinosaurios, el barco pirata y los libros de cuentos. Desayunan en la cocina, y al patio con una pequeña bola de trapo que la abuela les ha cosido. Covi, impaciente, ladra a Manuel, moviendo el rabo para que no tarde en echarle la pelota. La mañana brilla en la trufa de su hocico y en su lengua. Por el cielo van y vienen los vencejos y las golondrinas. Un gorrión pía en el alero del tejado. Es un gorrión serio, responsable. Este mes de junio mamá gorriona ha traído cuatro polluelos, que abren sus grandes boqueras amarillas. Cruza el azul una paloma. Se ve a lo lejos la silueta de nuestra Sierra. Desde allá desciende una brisa dulce, bendecida por la luz de las Ermitas. Manuel y Covi siguen jugando. Hablan. Manuel le pregunta si quiere que le eche de nuevo la pelota. Y Covi gira la cabeza, mueve el rabo, ladra con un quejido, señala con su hocico. Manuel lo acaricia en la frente. El abuelo les hace una foto con la abuela en medio. Yo los oigo, los sueño y vuelvo a ser niño. Desde lo más profundo de mi vida, siento cómo sube mi infancia y su inocencia. Vienen de un frescor en penumbra, de un agua que sabe a alborada de verano. Es un momento en mi eternidad, con su cielo, su caricia y su olor azul a tierra recién regada..

* Escritor