En el nombre de España paz, escribió Blas de Otero en su libro Pido la paz y la palabra, publicado hace más de medio siglo, en plena dictadura. «España está en peligro / España no te duermas», clamaba el poeta bilbaíno y comunista, en un poema de diez versos en el que por cuatro veces se invocaba el nombre de España. Ese nombre que no hay manera de escuchar en boca de algunos políticos. De hecho, en los discursos institucionales y trascendentales de la noche del miércoles, cuarto día del suflé catalán, muy de soslayo apareció al final en el parlamento del presidente Sánchez como «Gobierno de España»; mientras que en la alocución de Torra tal concepto no está registrado. En un momento delicado, complicado y dislocado como el que vivimos, si los trasladáramos a la Francia de Macron, por ejemplo, sería impensable no apelar a la Francia para llegar al corazón de los franceses. España solo es un país normal cuando juega la selección de fútbol, que tanto ha hecho por ganar el cariño hacia la bandera española y no verla como una mácula. Mucho más que los políticos, incluidos los más jóvenes, caso de Errejón, que monta Más País por no decir España, ante el temor de no recolectar votos en las taifas de nuestro tiempo. La izquierda, erróneamente, ha sido muy responsable de este desapego a los símbolos y las instituciones, pues si leen o estudian descubrirán que el régimen franquista se utilizaba más lo de Estado español que el nombre propio de la patria. Nombre que sí ha revivido Víctor Manuel en su último disco, Casi nada está en su sitio, donde canta Digo España en una bellísima y atinada canción. «España en marcha» es el lema elegido de la campaña de Rivera, verso de vanguardia en los 70 de un poema de Celaya, otro comunista y vasco, cantado por Paco Ibáñez y Jarcha y por todos los estudiantes de la época cuando se empinaban de manos frente al régimen. El poema-canción decía: «Nosotros somos quien somos / basta de historias y cuentos... / ni vivimos del pasado / ni damos cuerdo al recuerdo». ¡Ay! si leyeran más estos políticos de twitter y titulares en La Sexta. En cualquier caso, después de haber tomado la delantera la soberbia -primera en todo lo malo, que decía Gracián- ha llegado la hora de las palabras. Bienvenidos sean los llamamientos a la paz que Sánchez y Torra lanzaron desde sus despachos, porque claro, si uno se acuesta viendo a los reporteros de las teles con los cascos de la segunda guerra mundial no hay manera de evitar las pesadillas. No seamos excesivos y dejemos las hazañas bélicas para Spielberg. No he visto país que habiendo eliminado hace tiempo la mili tenga tanta debilidad por el uniforme de camuflaje.

*Periodista