Gobernar significa, entre otras acepciones, ejercer la dirección, la administración y el control de un Estado, ciudad o colectividad. El Gobierno, en sentido propio, tiende a identificarse con la actividad política, por ello el Gobierno no es lo mismo que el Estado. Tanto es así que el Jefe del Estado no es el presidente del Gobierno, sino el Rey Felipe VI, como quedó patente en la recepción de la Fiesta Nacional. El Gobierno está vinculado al Estado por el elemento del poder, concretamente el ejecutivo. De los tres poderes en los que se sustenta el Estado español, legislativo, ejecutivo y judicial, es el ejecutivo el que corresponde al Gobierno. El art. 97 de la Constitución dispone que «El Gobierno dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado. Ejerce la función ejecutiva y la potestad reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las leyes»; conduciendo y dirigiendo así a los españoles. El equilibrio e independencia de los tres poderes es fundamental para la efectiva defensa de derechos y libertades de todos los ciudadanos y para garantizar la seguridad jurídica y paz social. Por ello, el Gobierno ha de cuidar mucho no traspasar los límites legales y no entrometerse en lo que a otros poderes corresponde. Sin embargo, el Gobierno de Sánchez se caracteriza desde el primer momento por las injerencias constantes al resto de poderes e instancias. Nuestro presidente del Gobierno intentó burlar al Senado en la tramitación de los presupuestos, permite que su «vicepresidente Iglesias» los negocie con los políticos presos, no niega que pueda tramitar el indulto a los independentistas de ser estos condenados, presiona al poder judicial para rebajar la acusaciones, y por si fuera poco, en el tema de la exhumación de Franco quiere culpabilizar a la Iglesia de su ineptitud e incapacidad para resolver esa cuestión.

Todas esas injerencias, inaceptables por vulnerar la legalidad y la responsabilidad política, lo único que ponen en evidencia no es solo la incompetencia para dirigir y conducir España, sino la debilidad patente de su Gobierno. Entiendo perfectamente que quien gobierne sin escaños suficientes intente negociar con el resto de grupos políticos para sacar adelante los presupuestos u otras medidas en beneficio de los ciudadanos, pero ni aquellos pueden pedir al Gobierno ni éste hacer, injerencias en otros poderes, que conculcan la legalidad y vulneran el Estado social y democrático de derecho. Un Gobierno que necesita para seguir gobernando los votos de presos y huidos que intentan romper España, no es un Gobierno, porque no quiere gobernar sino que solo quiere poder. Un Gobierno tiene que ser consciente de sus limitaciones pero no puede permitir evidenciar su flaqueza hasta el punto de injerir en el poder judicial o la iglesia, sabiendo que éstos no permiten y desautorizan dichas presiones. Señor Sánchez, menos poder y más gobernar.

* Abogada