Según es harto sabido, el hispanismo es uno de los capítulos más acrecidos y dilatados de la rica cultura española. Al igual que en nuestra economía, en esta se han realizado grandes inversiones de talento y amor del lado de extranjeros por desentrañar algunas de sus claves y ahondar en varias de sus numerosas facetas. La deuda colectiva es, pues, muy notable con las mujeres y hombres que en dicho campo han llevado y llevan a cabo una labor de todo punto loable y destacada. En muchas de las ramas del hispanismo sus cultivadores provenientes del mundo anglosajón figuran a la cabeza.

Entre sus filas descollaba en el terreno historiográfico una eximia personalidad fallecida semanas atrás: Hugh Thomas, cuya esteva investigadora profundizara en variados y contrastados campos del pasado hispano, en especial, y en sus últimos años, en lo que fuese la gran aventura ecuménica de los Siglos de Oro, muy singularmente en la epopeya americana, considerada así también por Lord Thomas of Swynnerton, nada proclive a resucitar o redorar cánticos y estampas de los días del nacionalcatolicismo y la retórica de la Hispanidad...

Pluma tan abastada y ponderada a la vez, también, hèlas, ha rendido incomprensible tributo a la inexactitud y desmesura al afirmar no ha mucho tiempo «el desierto intelectual que fue España en los finales de los 50 en el campo de la historia contemporánea». Aliquando dormitat Homerus, y nadie como él, dueño -se repetirá- de una vasta y encomiable producción bibliográfica, lo sabía. Siempre es osado visualizar como yerma cualquier etapa algo prolongada de una nación de la importancia geográfica, demográfica y cultural de España; pero cuando el juicio se pronuncia desde la ignorancia, el daño es mayor por los estragos provocados no solo en la verdad, sino en la formación de las jóvenes generaciones.

En esas fechas y en la parcela aludida por Lord Tomas of Swynnerton el contemporaneísmo español contaba con varios libros de referencia, de valor indudable y reconocido aún medio siglo más tarde. En los inicios del mencionado decenio había visto ya la luz el primer tomo de la biografía política más importante de la España del novecientos, capaz de cotejarse y de ordinario con ventaja con los títulos más afamados en la publicística británica, la más reputada en la materia hasta hace escasos años. Con el Cambó del maestro sevillano Jesús Pabón (1902-76) la historiografía contemporaneísta española alumbró un fresco inigualable sobre la Restauración alfonsina y la gran crisis que desembocó en la excruciante tragedia de 1936. Un periodo capital de la trayectoria hispana más reciente quedó por entero, tras su salida al público, sometido a la jurisdicción de Clío. Modelo de biografía política, como decimos, una vez terminada (2 tomos, 3 vols., hoy ya editada en un único volumen) cualquier estudioso de la Europa de la primera mitad del novecientos ha de consultarla con frecuencia si aspira a poseer algunas de las claves principales de su desenvolvimiento en el plano político.

Un brillante alumno de don Jesús en la Universidad Complutense, el donostiarra M. Artola Gallego, dio a la luz simultáneamente con el primer volumen de la obra susomentada de Pabón su deslumbrante tesis doctoral acerca de aquella gavilla de españoles por lo común egregios que responde al rótulo por un tiempo infamante de «Los afrancesados». Una vez aparecida la sólida y buida obra de Artola -con un conmovedor prólogo de don Gregorio Marañón, pluma sin traba ni sombra en la España del esplendor franquista...-, nadie pudo ya albergar la menor duda del limpio patriotismo y de la contribución impar hecha por sus integrantes al intento de una convivencia plural en un país que tardaría en adentrarse con firme paso por los caminos de la modernidad.

* Catedrático