Como todos los años, la Iglesia celebra el domingo, 26 de enero, el día de la Infancia Misionera. Este año bajo el lema «Con Jesús a Egipto, ¡En marcha!», que nos muestra cómo desde el principio Jesús conoce la oposición y la persecución, cuando tiene que salir de su tierra para protegerse del egoísmo y el odio de Herodes, y también desde estos primeros momentos manifiesta cómo Dios opta por los pequeños.

Ponernos en camino, salir, es un mensaje continuo en la predicación eclesial. Pero esa salida no es andar alocadamente de un sitio para otro, sino una actitud del corazón. Es una invitación a no mirarnos a nosotros mismos, a no andar contemplándonos continuamente en el espejo o, ¿cómo no? haciéndonos selfies. «¡En marcha!» significa que miremos fuera, comenzando por los que están a nuestro alrededor, los que tenemos cerca, de los cuales pasamos muchas veces, sin hacerles ningún caso. José, María y Jesús experimentan la condición dramática de los refugiados, marcada por miedo, incertidumbre, incomodidades. Lamentablemente, en nuestros días, millones de familias pueden reconocerse en esta triste realidad. Casi cada día la televisión y los periódicos dan noticias de refugiados que huyen del hambre, de la guerra, de otros peligros graves, en busca de seguridad y de una vida digna para sí mismos y para sus familias por lo queen nuestra sociedad actual, los niños y los adultos tenemos que convivir con personas que no hablan nuestra lengua, que han venido de lejos y que a veces tienen dificultad para integrarse en nuestros ambientes, por lo que se ha de mostrar a los niños de Infancia Misionera que para ser cristiano hay que aprender a vivir con los demás, compartiendo con ellos las alegrías, las preocupaciones, los dolores y las necesidades, porque los más pequeños son los primeros misioneros entre sus amigos y compañeros, y familiares.

El papa Francisco nos ayuda a profundizar en las claves que nos propone este año Infancia Misionera. Entonces... Y en nuestros días, «el Evangelio nos presenta a la Sagrada Familia por el camino doloroso del destierro, en busca de refugio en Egipto. Lamentablemente, en nuestros días, millones de familias pueden reconocerse en esta triste realidad. En tierras lejanas, incluso cuando encuentran trabajo, no siempre los refugiados y los inmigrantes encuentran auténtica acogida, respeto, aprecio por los valores que llevan consigo. Por ello, pensemos en el drama de los inmigrantes y refugiados que son víctimas del rechazo y de la explotación, que son víctimas de la trata de personas y del trabajo esclavo».

Son principalmente los niños quienes más sufren las graves consecuencias de la emigración, casi siempre causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales, factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos. Por último animemos y recordemos a todos los misioneros y personas de buena voluntad dedicadas a esta labor desinteresadamente.

* Licenciado en Ciencias Religiosas