Un euro ha bajado el precio del aceite de oliva en un mes. Un euro el kilo: la semana pasada el aceite de oliva virgen extra se cotizaba en origen a 2,70 euros por kilogramo, un 32% menos que hace un año. Y eso en la máxima calidad, pues en el virgen y el lampante la caída ha sido mayor. ¿Cómo es posible que un producto enfocado hacia la excelencia se vea sometido a unos vaivenes de tal calibre que pase de ser rentabilísimo un año para los productores a apenas cubrir costes en el siguiente? El fenómeno ha sido curioso, pues la caída de precios se ha dado como consecuencia de las lluvias, a pesar de que, como sostienen los productores, para el próximo año no se espera «ningún cosechón», es decir, no habrá grandes excedentes, y todavía quedan muchos meses para vender la cosecha actual. Para colmo, los consumidores no lo notan, aunque se espera que la competencia entre envasadores se refleje pronto en los lineales. Está claro que el sector oleícola no consigue ordenarse, y sigue sometido a la incertidumbre de cada circunstancia climática o de mercado. La PAC sostiene a los agricultores, pero... ¿Hasta cuándo?