A los muchos factores desestabilizadores que confluyen en Europa, se suma ahora el colapso de las negociaciones para formar gobierno en Alemania. Sus efectos pueden ser devastadores. Ángela Merkel, adalid de la estabilidad, puede ver su carrera acortada por no haber podido configurar una mayoría con la suma de su propio partido, de la versión bávara del mismo, de los liberales y los verdes. La confluencia de estos partidos no era fácil, pero era posible. Todos habían cedido en cuestiones que parecían intocables, pero la inexplicada retirada liberal, tomada al parecer cuando todavía se estaba negociando, ha sido un torpedo en la frágil línea de flotación. Corresponde ahora al presidente Frank-Walter Steinmeier decidir qué hacer. Ninguna de las alternativas es buena. No lo es la de un gobierno en minoría. Tampoco los es la repetición de la gran coalición con los socialdemócratas. Sin embargo, la peor alternativa es la repetición de elecciones, algo insólito en Alemania. El beneficiario de una vuelta a las urnas podría ser el partido de derecha radical y xenófobo.