Considero la impotencia como la mayor responsable de las broncas y fracasos personales y colectivos que en el mundo son y han sido. Así, impotente, veo a una impotente y desesperada anciana escocesa, suplicar que le dejen ver a sus hijos, pues en su residencia, aunque bien tratada, se siente prisionera. Lejos de ella, impotente imagino al Defensor del pueblo recriminar a la Junta de Extremadura su falta de información sobre la Residencia Asistida, mientras amenaza con declarar tal actitud hostil y entorpecedora.

Impotentes nos vemos los profesores al constatar la falta de voluntad del gobierno para valorar y potenciar la cultura del esfuerzo, de la excelencia y de la disciplina personal, único camino para un futuro de progreso que convierta a España en la nación seria, necesaria e influyente en Europa que está deseando ser. En lugar de eso, intenta colar que los alumnos titulen sin importar el número de suspensos acumulados en sus mochilas. Impotentes también sentimos a los profesionales sanitarios, cuando ven que los pasados aplausos eran gesto inútil y no han ido acompañados por una parte significativa de la población de la responsabilidad personal que atajara contagios o por parte del Gobierno de una labor preventiva, coordinadora de recursos humanos y materiales que mejorara la atención primaria, contratara los médicos necesarios y los rastreadores indispensables y se anticipara realmente con esa respuesta temprana que no ha existido, a la prolongación de la tragedia que empezó en marzo y a la que no se le ve fin. Más impotentes aun cuando el Gobierno, en su impotencia, se empeña en contratar profesionales sin especialidad para paliar esta situación que le supera. Soluciones en Educación y Sanidad que no son sino atajos que conducen al precipicio.

* Profesora