El domingo se produjo un hito en el estadio Wanda Metropolitano de la capital de España. El partido entre el Atlético de Madrid y el Barça batió el récord mundial de asistencia de público a un encuentro oficial de fútbol femenino. 60.739 personas vivieron en directo un partido que, además, añadió emoción al campeonato de Liga. El fútbol femenino lleva años compitiendo en numerosos campos, más allá de los deportivos. Un combate contra la falta de visibilidad que provoca el desinterés de los patrocinadores y que perpetúa lacerantes desigualdades de recursos dedicados a los equipos masculinos y femeninos. Los clubs justifican la discriminación aludiendo al escaso reconocimiento social del fútbol entre mujeres. Pero las cifras están rebatiendo este argumento. El récord del domingo pasado lo desmiente con contundencia. Pero queda mucho camino por recorrer y en diversas direcciones. Desde aplicar valores de género en la gestión deportiva (ser jugadora no debería ser incompatible con la maternidad), a incorporar más mujeres directivas en los clubs, hasta impulsar políticas de educación que fomenten el fútbol entre las niñas. Solo una de cada cuatro fichas federativas es de mujer. Revertir esta situación --empeño que en el ámbito local tiene su principal exponente en el Córdoba Femenino-- no solo contribuirá a hacer una sociedad más igualitaria, sino que ofrecerá más motivos de alegría a la afición futbolística.