Todos los ciudadanos tienen una opinión sobre el taxi. Me refiero al trato recibido a lo largo de su historia, las tarifas, que si muy altas, que si adecuadas, que si me dio 14 vueltas, que si me llevó muy bien, que si estaba limpio, que si sucio... Hace años daba igual si uno estaba conforme con el servicio o no, porque no había muchas alternativas. Sin embargo, ahora hay muchas. Muchísimas, y no solo me refiero a Uber o Cabify, El inconveniente fundamental para los taxistas es que al consumidor le gustan esas otras opciones, por unos u otros motivos.

Yo creo que tienen razón, entre otras cosas, cuando piden una regulación que no sea discriminatoria. Pero tienen también un problema muy serio: están perdiendo la batalla de la comunicación. Eso hace que haya usuarios que, sin entrar en el fondo del asunto, estos días estén adoptando posiciones viscerales. Creo que resulta muy complicado empatizar con los taxistas, desde el momento en que optan por bloquear el centro o las vías de acceso a las grandes ciudades. Con ello, perjudican a la gente de la que viven y empujan a muchos a recurrir de sopetón a aplicaciones que quizá hasta ahora no utilizaban, con el riesgo de que les gusten. Además, la desesperación está llevando a los portavoces del gremio a hacer declaraciones del todo inaceptables. Me refiero a eso de que "cómo puede ser que un ministro de izquierdas y gay (en alusión al titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska) mande a la policía a reprimir al pueblo".

Hombre, al pueblo, no. Y el resto del discurso, en fin, es de pésimo gusto. Qué decir de lo que algunos le gritaban al presidente de Madrid: "Esta noche mira bajo el coche". Tampoco consigo entender por qué los taxistas llevan días concentrados a las puertas de la sede del PP en Madrid. Ya le gustaría a Pablo Casado gestionar el país, pero es que no manda en ningún sitio. Que se manifiesten en la Puerta del Sol puede tener algún sentido, pero en la sede en la que del Ejecutivo anterior no quedan ni las raspas... Yo creo que los taxistas están muy solos desde el punto de vista administrativo. Me parece una insensatez que el ministro de Fomento se lave las manos alegando que las competencias estén transferidas y que no es una crisis que afecte a toda España. Ya, bueno. Hace unos días pidió la dimisión de Susana Díaz y eso tampoco afecta a toda España. Y es que, aunque sea así, José Luis Ábalos podría intentar liderar el asunto adoptando, por ejemplo, una posición de mediación. A veces parece que no hacen nada porque saben que el remedio sería peor que la enfermedad y que no se le pueden poner puertas al campo. Pero es que los gobiernos, municipal, autonómico o central, están para gobernar.

* Periodista