No solo de pan vive el hombre, también de ilusiones. La ilusión no se come, pero alimenta. Hoy es el día internacional de la ilusión, esa que necesitamos para que el mundo avance, para arrancar los mejores proyectos. Esa ilusión que en tantas ocasiones perece ahogada en el desencanto de lo trivial, en el rechazo de lo mezquino, en la contaminación de lo supérfluo y que, en otras, vendemos y canjeamos por lo más cómodo o reconocido. Da igual que la pongamos sobre carrozas y en desfiles, que la subamos a camello y le pongamos un lazo y papel de regalo. Pero necesitamos de la ilusión a toda costa no como sinónimo de engaño, que esa nos sobra, sino como palanca de apoyo para transformar las realidades que no merecemos.

Escribía Voltaire que la ilusión es el primero de todos los placeres. La ilusión sostiene al ser humano como las alas al ave. No concibo al hombre sin ilusiones. Cuando nos ilusionamos nos sentimos bien, plenos y motivados. Está conectada a emociones positivas. Nos sentimos entusiasmados, con fuerza y energía. Vivimos con ella porque es la fuerza que nos empuja a alcanzar nuestros objetivos. La ilusión es nuestra compañera de viaje y no está desconectada de la realidad como si un espejismo fuera. Con ella pensamos dónde nos gustaría ir, qué nos gustaría ser o a quien nos gustaría tener a nuestro lado. La ilusión nos ayuda para hacer realidad y construir nuestros sueños. Por eso nada es más triste que la muerte de una ilusión. El índice de envejecimiento de una persona no se evalúa por sus años, se mide por la muerte de sus ilusiones. Pero la ilusión no es algo que nos venga dado, ni que encontremos por la calle tras los sones de una banda de música. La ilusión hay que cultivarla. Dicen los expertos que es importante organizar nuestra vida y marcar algunas prioridades, tal vez al principio solo algunas metas para conseguir a corto plazo, tras los pequeños logros se irán dando grandes pasos para recuperar la ilusión. Buscar actividades nuevas que gusten, emocionarse con todo lo bueno que da la vida, aprender de cada nueva experiencia y recordarse que cada día es un día menos para conseguir lo que se desea ayudará también a fortalecer esa ilusión. Lo importante es ir sumando momentos para volver a reactivar nuestra ilusión, esa ilusión que nos ayudará a seguir avanzando. Ahora bien, no es lo mismo tener ilusiones que ser un iluso. Las ilusiones han de ser posibles, tenemos que evaluarlas para comprobar la probabilidad que hay de que se conviertan en realidad, de lo contrario, nos introduciremos en la utopía donde uno penetra y nunca consigue salir cayendo en la desesperanza. La ilusión vale, cuando la realidad la toma de la mano.

A estas alturas, en que uno desea más experimentar, sentir y emocionarse, que conocimientos on line y saberes digitales, pedimos a los magos que en los pliegues de sus alforjas nos traigan toda la ilusión que necesitamos para encarar un año nuevo que, sin duda, es el mejor regalo.

* Abogado