Recientemente, fruto de la Posverdad líquida, ha surgido una pandemia caracterizada por el hecho de que cualquier persona se siente con las facultades suficientes para cuestionar lo que sea, sin importar que haya datos o información previa que demuestre lo contrario. Esto sucede con mayor frecuencia en quienes tienen una posición de poder o influencia, sin que necesariamente sean especialistas en determinados temas. Este síndrome está generando una tormenta perfecta que cada vez se fortalece más, y se evidencia por el hecho de que los más ignorantes se empoderan tanto que se sienten capaces de expresar opiniones y tomar decisiones sobre temas que en muchas de las ocasiones son cosa ya más que probada. Esta pandemia es conocida como ignorancia. Todos, en alguna medida, somos ignorantes. Aunque podemos ser expertos en alguna materia, no tenemos el conocimiento de todo. Cuando los más ignorantes se empoderan (o los empoderamos) se permiten «opinar» y «argumentar», sin datos, sobre temas que han sido discutidos, documentados, acordados y probados. Por su parte, los menos ignorantes dudan; parafraseando a Sócrates reconocen que lo único que saben es que no saben nada; que en algunos temas no cuentan con datos y aceptan que es mejor escuchar porque alguien los tendrá, sin datos eres solo otra persona con una opinión.

Si como en una ventana de Johari (psicólogo) escribiéramos en cuadrantes «lo que sí sé que sé», «lo que sí sé que no sé», «lo que no sé que sí sé» y «lo que no sé que no sé», este último cuadrante ocuparía el 90% del espacio total. Y si atendemos a las mentes más brillantes, entre ellos investigadores que tratan de cambiar al mundo, pensadores que son motor de cambio, activistas que despiertan nuestra conciencia, etc., nos dan la oportunidad de aprender y de aportar, con la humildad intelectual, con más dudas que certezas. Pero también me topo con los ignorantes (que ignoran que lo son) que por ser más vocales, activos y visibles se resaltan y ocupan importantes espacios desde donde con sus opiniones y decisiones confunden a las audiencias. Se trata de individuos que impactan a una masa en donde plantean discusiones sin sustento en las que, por supuesto, no participan los menos ignorantes quizá por aquello de «nunca discutas con un idiota». La ignorancia nos ha traído al momento actual, en donde hay personas de buena voluntad y con buena información a las que no les permiten tomar decisiones, escenarios en los que la masa apoya ciegamente iniciativas sin medir las consecuencias, y que a los menos cualificados los colocan en posiciones de toma de decisión sin importar experiencia o conocimiento, aunque se deje de lado a personas que tienen el perfil de opinar, de decidir, de ejecutar. Cuando sumamos la ignorancia con el empoderamiento del ignorante, restamos la falta de empoderamiento de quien conoce, y la falta de diálogo abierto y franco, estamos entonces en una tormenta perfecta que espero algún día podamos resolver antes de que la sociedad colapse por las decisiones erróneas de los más ignorantes.

* Licenciado en Ciencias Religiosas