Estrenada ayer la primavera, con tímido sol, pero con sol, ya todo huele en Córdoba a Semana Santa, a la que, tan temprana este año, pondrá en unas horas prólogo el Viernes de Dolores en la iglesia de San Jacinto. Se nota la llegada no solo porque las hermandades aceleran sus preparativos, de los que se llenan las páginas cofrades de la prensa para disfrute de un público fidelísimo -y suspicaz- en estas cuestiones. También se aprecia ese runrún político-social que bulle siempre en torno al encauzamiento de las procesiones y las facilidades o problemas para su contemplación. Después de las sonadas polémicas de tiempos recientes sobre la carrera oficial y la llegada de los pasos a la Mezquita-Catedral, la verdad es que esta vez las críticas han sido más tibias, pero haberlas haylas. Ganemos, por ejemplo, sigue sosteniendo que el nuevo modelo carece de «legitimidad» y «privatiza» el espacio público más privilegiado de la ciudad, uno de los más visitados por el turismo, si no el que más. Un argumento al que se suma la Federación de Vecinos Al-Zahara, que culpa al PP y PSOE de «sacrificar el casco histórico» por una carrera oficial que bien pudiera haber tirado para otro lado o quedarse como estaba -al cambiar los itinerarios, muchos vecinos acostumbrados a ver toda la vida los pasos desde los balcones de sus casas se quedan ahora con la miel en los labios--. En fin, dos cosas parecen claras en torno a esta Semana de Pasión que ya tenemos encima: en lo negativo, que todas las críticas siguen apuntando hacia una falta de consenso ciudadano acerca del nuevo modelo, y en lo positivo que se han mejorado los aspectos de movilidad y seguridad, algo nada baladí cuando de grandes concentraciones de personas se habla.

Y es que la Semana Santa cordobesa, sin haber logrado el tirón de las de Sevilla o Málaga -quizá por mirar demasiado hacia ellas y carecer aún de un perfil propio, dicen algunos, aunque Dios me libre de meterme en terreno tan resbaladizo- atrae cada vez a un mayor número de visitantes. Así que la cita viene a convertirse en una especie de consagración de la primavera, estación que en Córdoba está tan repleta de ofertas apetecibles que los estudiosos del tema no paran de pensar en nuevas «experiencias» para «desestacionalizar» el flujo turístico; o sea, para repartirlo a lo largo de todo el año, de modo que mayo y sus afueras no sean pan para hoy y hambre para mañana.

Parece que se empieza a conseguir, a juzgar por el récord de visitas que se está cosechando a lo largo de los meses. Tanto que ahora de lo que se trata es de evitar las masificaciones y agobios que en otras ciudades han generado la turismofobia entre algunos de sus habitantes. En tal sentido, los expertos tranquilizan; al parecer, Córdoba es la capital con menor «presión turística» (cualquier día hablan de estrés) entre los 15 grandes destinos, lo que según la patronal Exceltur se traduce en un 3,7% frente a los residentes, mientras la media nacional va por el 7,4%.

De todas formas, a veces se olvida que Córdoba no es solo el esplendor de los omeyas -por cierto, ¿cuándo se podrá disfrutar la iluminación de Medina Azahara?- y un bonito paseo por la Judería. Ahí están nuestros pueblos, cuya riqueza natural y artística aguarda en muchos casos a ser descubierta hasta por los cordobeses. Propuestas como la Starlight para deleitarse de noche con el cielo limpio de Los Pedroches, la Vía Verde del Aceite y otras rutas gastronómicas, tan de moda, pueden ser un buen aliciente para diversificar el turismo de estos días, el que entra y el que sale. Porque nunca está de más una escapada a la provincia. Solo falta que el tiempo acompañe.