No es nuevo y es lo más normal del mundo que cuando saltan las periódicas noticias sobre datos económicos (el desempleo, la producción industrial, el crecimiento empresarial y ese largo etcétera) los partidos políticos las interpreten arrimando el ascua a su sardina, a lo que, por supuesto, tienen todo el derecho del mundo. Así, si ha subido el paro, la culpa es de los gobiernos presentes, pasados o futuros de otras formaciones políticas, mientras que si las cifras son positivas, sean en el ámbito que sean, el mérito nunca será de la sociedad, de factores internacionales o de los sacrificios de los ciudadanos y, por supuesto, jamás de la buena gestión de otros: el triunfo es consecuencia directa exclusiva y directa de los míos, de mi partido y de mis reales. ¡Ole! Y ya digo que no extraña esta autoatribución de logros, aunque a veces llegan a unos extremos bochornosos. No es una crítica. De hecho, y por ejemplo, cuando escribo estas líneas ignoro aún si alguien se ha asignado ya a sí mismo el bajonazo del paro registrado en Córdoba y que ayer se conoció.

Pero estamos en unos de esos raros periodo políticos en donde, por la interinidad de las corporaciones locales y nacionales, con un parlamento sin legislar y un ejecutivo en funciones, coincidirán conmigo en que nadie, salvo los anarquistas, podría adjudicarse un éxito como la bajada del desempleo en los municipios cordobeses en este periodo.

De esta forma, ¿no sería mejor concluir que las sociedades, la mayoría de las veces, van bien o mal independientemente de quienes las gestionan y, a veces, incluso, a pesar de quienes las gobiernan y legislan? Son tiempos estos de interinidad que llaman a la humildad en política. Más aún, quiero pensar también que la fragmentación del panorama político llevará a una nueva etapa en la que se normalicen estrategias de pactos algo más complejas que las consabidas: las derechas, por un lado, y las izquierdas, por otro. Me gustaría creer que se trabajará de una forma más pactista, propia de los parlamentos europeos, comenzando por el de la UE, en la que no se insulte al adversario político porque averigua cuándo vas a tener que acordar algo con él. ¡Cómo ha bajado el tonito belicoso de las dos pasadas campañas cuando ahora hay que pensar en pactos tanto en el Parlamento como en los más de 8.000 ayuntamientos y diputaciones! Sé que de todas las virtudes, la de la humildad es la menos practicada en la política... pero quizá también la que mejor le sienta. Seamos optimistas.