Si queréis palpar lo que es el amor, si queréis asomaros a su misterio, pasad unas horas en un hospital. Puede ser al atardecer, cuando el día se cierra y el alma se va quedando a solas consigo misma, cuando nos asaltan algún recuerdo o alguna melancolía, cuando sentimos el vacío de lo que podríamos haber vivido y el tiempo nos robó. Puede ser al amanecer, después de una larga noche que parecía no terminar nunca y creemos que nos ha dejado sin fuerza para enfrentarnos al nuevo día. Veréis mujeres, hombres que han dedicado su profesión al amor. Están casi invisibles en una sala de Urgencias, junto a la cama de un enfermo o de un moribundo, niño, joven, viejo; un parto, una herida, una agonía, recogiendo en sus corazones el misterio del sufrimiento humano, soportándolo y convirtiéndolo en más amor. Más allá de estas mujeres y estos hombres, solo existe el infinito abismo de incertidumbre, de miedos, de soledades, de dolor. Limpiadoras, administrativas, celadores, enfermeras, médicos, sostenéis, con lo más cotidiano de vuestro día a día, la bondad y el amor de este mundo. Por eso, cualquier ser humano que pasa por la experiencia de vuestro trabajo cambia en la apreciación de sí mismo en su relación con los demás. Vosotros sois la sal que nunca se volverá insulsa, vosotros sois la invisible levadura que pone el espíritu en el secreto pan del que se alimenta el espíritu. Vosotros sois el amor que le da esencia al amor. Vosotros sois la imagen de Dios que nunca alcanzamos a ver, pero que siempre anhelamos en su cobijo.

* Escritor