Este 28 de octubre podríamos vivir el último cambio horario (del de verano al de invierno), establecido en parte en Europa en 1974 y normalizado en el continente a partir de una directiva de 1981 que se ha ido renovando hasta hoy. En el último domingo de marzo del 2019 se establecería de nuevo el horario de verano que ya sería permanente durante todo el año. Todo esto podría ocurrir si, por fin, la Unión Europea decide acabar con una decisión que se impuso en su día como medida para contribuir al ahorro energético y que, en los últimos años, ha recibido críticas por doquier. El camino aún es largo, porque ahora se abre un periodo de consultas antes de pasar por el Parlamento y por el Consejo Europeo y de contar con la aprobación de los estados, aunque también es verdad que se trata de un paso reclamado de manera reiterada por expertos. Las voces críticas arguyen el impacto nocivo sobre la salud. Más allá de la decisión global europea, debe recordarse que España se halla, desde 1940, en un huso horario que no le corresponde. El GMT (o UTC, Tiempo Universal Coordinado a partir de la hora cero en el meridiano de Greenwich) español es de +1 (en verano, +2), cuando la lógica indica que debería adecuarse al horario del Reino Unido o Portugal y no al de la Europa central. Para beneficio de todos, para la conciliación familiar, para la salud colectiva, la racionalización horaria tiene ahora una oportunidad de oro.