El desastre no ha tocado a su fin. El tsunami que ha supuesto la pandemia del coronavirus en todos los órdenes de nuestras vidas sigue vigente, retomando fuerzas en su capacidad de destrucción cada vez que se baja mínimamente la guardia, como se está demostrando en estos días festivos. La sociedad está de luto por sus miles de víctimas mortales en España -554 fallecimientos es el dato oficial de Córdoba-, por las muchas personas enfermas y hospitalizadas, por el creciente número de contagios. El alivio de dejar atrás el infausto 2020 y la esperanza de un mejor 2021 es una reacción lógica, pero no tendría base de no haber comenzado la campaña de vacunación que nos trae la posibilidad de culminar este año habiendo, si no vencido, acorralado al covid-19.

La inesperada pandemia ha arrasado la salud, la economía y la convivencia, dejando a la vista la fragilidad de una sociedad avanzada como la nuestra, y provocando una situación que, en el mejor de los escenarios, tardará años en superarse. En estos momentos cabe preguntarse, ¿es la hora de iniciar la reconstrucción, sabiendo que el fenómeno que nos aplasta está todavía lejos de haber terminado?

La respuesta debe ser siempre sí. Sí a la planificación, una vez encajada la sorpresa de la debacle provocada por el coronavirus. Sí al uso acertado de los fondos europeos, en los que el Gobierno se juega no solo su prestigio, sino, con un reparto adecuado e inversiones bien enfocadas, la supervivencia de la economía y el empleo. Sí al mantenimiento de las medidas de cautela para seguir frenando los contagios. Sí a la atención a los sectores más debilitados. Sí a las medidas de ayuda a las capas más indefensas de la sociedad. Sí a la investigación. Sí a la aplicación de nuevas tecnologías y nuevos métodos de trabajo y producción. Sí al esfuerzo de las administraciones autonómicas y a la cooperación entre las diversas instituciones del estado. Sí a las acciones inversoras de las administraciones locales para incentivar la actividad. Sí al refuerzo de los sistemas sanitarios y de protección social...

Empieza un año difícil. En estas páginas que publicamos hoy, y en las de días anteriores, hemos reflejado un balance de la situación de Córdoba y adelantado algunas de las previsiones para el 2021 en distintos ámbitos, desde el económico hasta el político o el cultural. Los expertos prevén un incremento del paro, que podrá volver a situarse en torno al 30% de la población activa cordobesa, y ya han cerrado 800 empresas de la provincia, si bien los próximos meses harán aflorar con toda seguridad datos todavía más negativos. La pandemia se mantiene en niveles altos en Córdoba y Andalucía, y en las próximas semanas no es descartable que se endurezcan las medidas restrictivas, coartando de nuevo, irremediablemente, la actividad económica. El clamor de los sectores abocados a pérdidas, como el comercio, la hostelería y los subsectores del turismo, indican que Córdoba tiene, como España, motivos para vivir con una honda preocupación por su futuro.

Es hora, haya o no terminado este desastre, de levantar los edificios derribados y de actuar, desde el máximo consenso institucional y desde una actitud abierta y colaboradora, para sentar las bases de una reconstrucción que se presenta como un gran desafío. En una sociedad globalizada, gran parte de lo que ocurra dependerá de fuerzas externas, pero Córdoba no debe renunciar a construir su propio futuro, desde el realismo, pero no desde la desesperanza, con ingenio y esfuerzo, y para ello debe exigir de sus instituciones ideas, eficiencia y capacidad para apiñar a la ciudadanía en torno a proyectos comunes. El virus sigue aquí, pero no podemos consentir que el 2021 sea un año perdido.