El pasado jueves el portavoz municipal del PP en nuestro Ayuntamiento, José María Bellido, le dijo gilipollas a Alba Doblas, dirigente de IU y tenienta de alcaldesa de Participación. El asunto sobre el que estaban debatiendo tiene miga ideológica: el pago del IBI (más bien el impago) por parte de colegios concertados pertenecientes a órdenes religiosas. Y se ve que la cosa desbordó el cauce expresivo por el que discurren normalmente las aguas calmas o turbulentas del pleno.

Ya era hora. Ya era hora de que alguien se atreviese a alegrar la rutina del consistorio con el vigor coloquial del lenguaje de la calle. El sometimiento a la convencional tibieza de las formas encorseta a los grupos de la corporación y aparta a la ciudadanía de cualquier forma de interpelación política. Ya está bien de cortesía finoli. La urbanidad impostada de la que hacen gala los representantes del poder legislativo en sus intervenciones públicas aleja aún más a los cargos electos del sentir del pueblo.

Por eso está más que bien que el Sr. Bellido dijera lo que pensaba de la Sra. Doblas sin pasarlo por el filtro de la relamida compostura que suele estilarse en Capitulares. El hombre se sintió ofendido por su contrincante cuando esta manifestó que la derecha elige el modelo de educación concertada para no mezclar a sus hijos con la plebe. Ante la bajeza del prejuicio manifestado por su rival, el que fuera mano derecha de José Antonio Nieto reaccionó en plan auténtico, como hubiera reaccionado cualquier hijo de vecino con sangre en las venas.

Bellido demostró su coherencia. Claro que sí. Un concejal popular debe usar un lenguaje popular. Doblas no exteriorizó la iniciativa necesaria para responder a ese «gilipollas» con un buen zasca como «me rebota y en tu culo explota», algo que la situación demandaba. No estuvo a la altura del candidato a alcalde. Seguro que la edil comunista no tiene la personalidad necesaria para desligarse de la rancia subordinación a los rodeos y es incapaz de llenarse la boca ante el micro con el sabroso vocabulario de las tabernas y las barberías, el habla natural como la vida misma que al parecer Bellido se ha animado a introducir de una vez en su brillante oratoria.

Es conveniente que el «gilipollas» de Bellido no se quede ahí y que este sea solo el primero de una serie de insultos. El español es muy rico en este sentido. Hay que tener en cuenta que lo del jueves tal vez ha pasado un poco desapercibido. No hemos podido ver liberado al hombre de la calle. Solo hay registro mediático de la reacción de la destinataria de su regalito verbal. Queda claro en cualquier caso que tenemos un gran aspirante al sillón más poderoso del Ayuntamiento. Lo malo es que, como se le suelte la lengua más veces, acabará prosperando en la política nacional. A este paso obtendrá un escaño en Madrid o lo seleccionarán para asesorar al mismísimo Rajoy y no podremos votarlo muchas veces. Una pena.

* Profesor del IES Galileo Galilei