La inteligencia de los hombres está en el envoltorio. Prueba de ello es que se divulga con rebombo mediático la capacidad de anticipación de otras especies en el laboratorio, cuando predicen que la recompensa alimenticia está debajo del correspondiente color. Acción y reacción. Y es el celofán, el precinto, el papel decorado el que nos hace más noblemente superficiales. Comprendo e incluso empatizo con los supuestamente huraños que no abren el regalo delante de los presentes, pues prefieren aguardar a descifrar su contenido, como un perrito que horada la tierra para esconder un buen hueso de canilla. Porque es la expectativa la que nos distingue, la curiosidad, la inquietud y la comprensión del tiempo como armas que los dioses dotaron a los humanos para combatir la maldición del aburrimiento.

La bisagra del año nuevo es un buen ábaco para templar estas querencias, que en el fondo solo esconden el propósito de hacerle pedorretas a la muerte. El nuevo siglo ya es talludito, pues en 2018 cumple su mayoría de edad. Se ha desvariado la centuria o, al menos, no es como nos hubiese gustado profetizar en los coros celestiales que la humanidad imaginó con el nuevo milenio. Ha habido mucho medievo en estos tres lustros y mitad, acogiéndome a la acepción peyorativa de una época que también tuvo su fulgor. Medievalistas del maniqueísmo, de la simpleza de los credos y la emociones, que tientan peligrosamente a la confrontación. Se cruzó en este siglo una crisis jaleada por un becerro de oro, y una vuelta a la secular bipolaridad del monoteísmo, con la salvedad de que una facción vindica sus inquisiciones, visto que su calendario lleva seiscientos años de desventaja.

El populismo nos torna paletos y huraños, por mucho que los tiempos adelanten una barbaridad. Y la idolatría de los campechanos puede jugar muy malas pasadas y llevar a acariciar el botón nuclear. No creo que sea el caso. Tras esta saturación de momentos históricos, tocan unas elecciones parciales en Estados Unidos que probablemente le afearán la cara al Presidente, aunque a Trump no se mermarán sus propósitos de parecerse a Reagan. De hecho, la contra nicaragüense se ha tornado en la almorrana norcoreana, aunque esta es mucho más peligrosa.

Una emisora generalista radió El Mago de Oz el día de Navidad. La iconografía de Dorothy y sus peculiares amigos va a estar muy presente en este país. De hecho, no sé cómo los separatistas catalanes aún no han invocado el Camino Amarillo, que conduce hacia un mago que tiempo ha renunció a recortarse el flequillo. Todo se engrandece bajo las sombras, como si Platón y su caverna fuesen más contemporáneos que el cuplé. El trueque tangible se achica y definitivamente eclosiona el tiempo de Amazon, que incluso puede enviarte unas lágrimas de cocodrilo a vuelta de pulgar. Si se envalentona la firma digital, asistiremos en esta temporada al esplendor de los hologramas. Inés Arrimadas podría presentarse al casting de las cocas falleras de la princesa Leia, un anatema para los separatistas, que buscan una heroína holográfica que diga «ayúdanos Obi Puigdemont, eres nuestra última esperanza».

Este debería ser un tiempo para la cordura, de releerse los siglos de las luces; de no necesitar rogativas para acabar con la sequía, o para aliviar el menguante desencanto del cordobesismo; un año para exorcizar corruptos, emascular las machadas de los maltratadores; o enderezar los índices de empleo, a los que les hace falta mucho más que una cucharadita de calcio20… Un año intenso y esperemos que no tan holográfico.

* Abogado